ORDOLIBERALISMO

El movimiento liberal alemán: ¿Por qué Alemania es partidaria de las reglas presupuestarias?

Luis Suñer es licenciado en informática y economista, mentor e inversión en pequeños proyectos que ambicionen ser grandes. Además, es miembro del Think Tank Acción Liberal.

El movimiento liberal alemán: ¿Por qué Alemania es partidaria de las reglas presupuestarias?

El movimiento liberal alemán es conocido hoy como ordoliberalismo, adoptando la palabra latina “ordo”, que significa “orden”. Sus bases intelectuales se remontan a la Escuela de Derecho y Economía de Friburgo, fundada en 1930 por Walter Eucken, Franz Böhm y Hans Grossmann-Doerth.

El ordoliberalismo fue una respuesta a los defectos de funcionamiento de una economía altamente cartelizada como la de la República de Weimar y totalmente opuesto al estatismo autoritario e intervencionista del régimen nazi. Sus aportaciones teóricas y políticas fueron, en gran parte, responsables del éxito económico de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial.

El punto de partida es que el Estado no puede dar privilegios a grupos de interés buscadores de rentas mediante la obtención de subsidios, subvenciones o privilegios (igual esto nos suena). El Estado debe ser el guardián del orden competitivo, no el objetivo de los buscadores de rentas. Y en un orden competitivo, el Estado está muy interesado en el orden de los mercados (las reglas del juego), pero el proceso económico es libre. Unas reglas del juego que garanticen la libre competencia donde todos los jugadores participan en condiciones (legales) de igualdad.

Desde aquí, el campo de juego económico se construye bajo el imperio de la ley y se guía por el principio de no intervención en el mecanismo de generación de los precios, de forma que éstos ejerzan su papel de señalizadores de la escasez para que se realice una asignación eficiente de los recursos. Asimismo, se busca que la presión de la competencia impida la acumulación del poder económico (y, finalmente, político) en unas pocas manos.

En particular, se pone el énfasis en la prevención de cárteles y monopolios. Aunque, al mismo tiempo, se opone a la intervención en la economía, rechazando el uso de las políticas fiscal y monetaria expansionistas para estabilizar el ciclo económico en momentos de recesión.

El ordoliberalismo tiene especial preocupación por la libertad individual. Los mercados competitivos son vistos como la manera más efectiva de garantizar la libertad individual, para lo que se necesita controlar que no exista un poder de mercado en manos privadas. Hoy tenemos ejemplos de esta propuesta en la regulación europea de competencia, que impone obligaciones a las empresas con “poder significativo de mercado”.

Como dijo Franz Böhm, eminente representante de la Escuela de Friburgo, “la competencia es el instrumento más lúcido e ingenioso de la historia para limitar el poder”.

Estamos, pues, ante una visión del liberalismo en la que el Estado proporciona el marco de actuación de una economía competitiva de mercado y de estabilidad de precios. Todas estas ideas han influido en la política económica de los sucesivos gobiernos alemanes y, en su momento, del Bundesbank. La corrección rápida del déficit reduce el riesgo de insolvencia. Al mismo tiempo, menor deuda y menor gasto público en el presente significan menores impuestos en el futuro. Menor riesgo y menores impuestos incrementan la confianza del sector privado, facilitando la inversión. Y la inversión en un mercado competitivo y estable incrementa la riqueza, la renta per cápita y la red de protección social.

Llegados a este punto, aparecen preguntas del tipo:

  • ¿Cómo sostener un sistema liberal de mercado frente a los conflictos sociales y la permanente batalla política?.
  • ¿Cómo promover la libre empresa y apoyar el papel del empresario para hacer frente a las crecientes demandas de empleo y protección social?
  • ¿Pueden las democracias occidentales mantener su libertad económica y prosperidad a la vez que sostener enormes niveles de deuda para financiar “estados del bienestar”, que eliminan incentivos al trabajo y hacen que cada vez mayor población no se sienta responsable de sus acciones?.

Y es que el debate con los países del Sur de Europa tiene mucho que ver con la utilización de reglas o la discrecionalidad. Ésta última, como bien conocemos en España, desemboca en la tentación de posponer cualquier reforma. Lo que vendríamos a denominar como “patada hacia adelante”. Sencillamente, vamos erosionando el principio de responsabilidad y, en última instancia, el sistema competitivo.

Cuando las reglas no gobiernan, la arbitrariedad reina.

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