Las grandes tecnológicas pisan el acelerador en la ‘guerra’ por hacerse con el mercado de la inteligencia artificial.
Con una sociedad aún intentando descubrir todo el potencial de herramientas como el ChatGPT, Elon Musk y Google avanzan en sus propias iniciativas. De ahí que el dueño de Twitter lanzó su startup de inteligencia artificial llamada xAI [desarrollada en parte por un nutrido equipo compuesto por ingenieros de las grandes empresas tecnológicas de Estados Unidos].
Por su parte, Alphabet, matriz de Google y YouTube, lanzó su chatbot de inteligencia artificial Bard en Europa y Brasil, la mayor expansión del producto desde su lanzamiento en febrero.
«A partir de hoy, puede colaborar con Bard en más de 40 idiomas, incluidos árabe, chino, alemán, hindi y español», afirmó el director senior de productos de Google, Jack Krawczyk, en una publicación de blog.
Bard y ChatGPT, que son los más avanzados, son programas con apariencia humana que utilizan inteligencia artificial generativa para mantener conversaciones con los usuarios y responder a innumerables preguntas.
La página web de xAI informa de que la nueva compañía está «reclutando ingenieros e investigadores con amplia experiencia» para trabajar en el área de la bahía de San Francisco, centro neurálgico de las tecnológicas estadounidenses y donde se ubica Silicon Valley. Además, la web manifiesta que xAI «trabajará estrechamente con Twitter, Tesla y otras compañías para avanzar en nuestros objetivos».
El empresario sudafricano estuvo involucrado anteriormente en OpenAI, la desarrolladora detrás de ChatGPT, hasta el punto de que formó parte de su consejo de administración hasta 2018. Desde entonces, Musk ha criticado a la ‘startup’ y le ha acusado de estar «totalmente controlada por Microsoft». Esta última ha invertido unos 13.000 millones de dólares (11.636 millones de euros) en OpenAI.
Dudas sobre la seguridad
La Comisión Federal de Comercio (FTC en sus siglas en inglés) está investigando si el sistema de inteligencia artificial de OpenAI ha perjudicado a personas publicando información falsa sobre ellas, según una carta que la agencia ha enviado a la empresa.
En la carta, el organismo que dirige Lina Khan, partidaria de limitar el poder de las grandes tecnológicas, ha citado un incidente ocurrido en 2020 en el que la empresa reveló por error información sobre los chats de otros usuarios y algunos datos relacionados con los pagos.
Esta amenaza legal no es la primera a la que se enfrenta ChatGPT. En Europa, Italia suspendió brevemente la aplicación en el país por problemas de privacidad, aunque permitió la reanudación del servicio unas semanas más tarde.
Son justamente esos controles los que hicieron que Bard, el chatbot de inteligencia artificial de Google, aterriza en España con retraso, tras verse obligado a mejorar las medidas de seguridad para cumplir con las exigencias de la Unión Europea (UE) en materia de derechos de autor y privacidad de los usuarios.
Cómo cambiará el empleo
La inteligencia artificial (IA) trae una «revolución» en la economía que afectará a «casi todos» los empleos y obligará a impulsar regulaciones que limiten los efectos que esta tecnología tendrá sobre los empleos. Por el momento no se nota por su despliegue minoritario, pero lo hará.
Así lo cree la OCDE, que ha centrado su informe sobre empleo del 2023 en la IA y el mercado laboral. Según este estudio, el 27% de empleos en los países industrializados tiene alto riesgo de ser automatizado, ya sea con IA u otras tecnologías de automatización como TIC o robótica. Hungría, Eslovaquia o República Checa, con más peso de manufactura y tareas rutinarias, sobrepasan el 30%, las más expuestas. España queda por encima de la media, con el 28%.
El organismo ve diferencias entre la IA y otras revoluciones tecnológicas previas. Por ejemplo, va más allá de automatizar tareas repetitivas y rutinarias, como hacían sus predecesoras; al ser una tecnología de propósito general «casi todos los sectores y ocupaciones se verán afectados»; y la velocidad de su desarrollo «no tiene precedentes». Su rápido progreso, la caída de costes y la mayor disponibilidad de trabajadores con habilidades en IA «indica que las economías de la OCDE podrían estar al borde de una revolución de la IA».
En revoluciones previas los trabajos repetitivos salían perdiendo. La imagen más típica es la de los obreros de la fábrica que eran sustituidos por una máquina… pero la IA ha hecho grandes progresos en ordenar información, memorización, velocidad perceptual o razonamiento deductivo. Con los últimos avances los trabajos cualificados son los más expuestos, sobre todo profesionales de los negocios, gerentes, ejecutivos, profesionales de ciencia e ingeniería, trabajadores del sector legal y cultural… «Se extiende el alcance potencial de la automatización considerablemente más allá de lo que había sido posible», se afirma. Los que menos tienen que preocuparse son limpiadores, cuidadores, jornaleros o pescadores.
Si uno le pregunta a los trabajadores el impacto parece ser mayor. El 60% teme perder su empleo por la inteligencia artificial en los próximos diez años, según recoge el informe. Por ahora el impacto en el empleo es menor, ya que el despliegue es minoritario y el trabajo que se pierde se está amortiguando con salidas voluntarias o jubilaciones. Como la IA aún tiene una adopción «relativamente baja» y la tecnología avanza rápidamente, «cualquier efecto negativo sobre el empleo puede tardar en materializarse».
En el caso de España el 28% de los empleos se encuentra en alto riesgo de ser automatizados, un punto más que en la media de la OCDE. «Suelen ser las ocupaciones menos cualificadas y las ocupadas por trabajadores más jóvenes», completa el organismo.
La IA tendrá probablemente «un profundo impacto en las competencias que se necesitarán en el mercado laboral». En este sentido, la OCDE aplaude que el SEPE financie programas para impulsar competencias cognitivas y transversales para desarrollar e interactuar con sistemas de IA.