Sigmund Freud: el psicoanálisis, la ansiedad y los complejos

Sigmund Freud: el psicoanálisis, la ansiedad y los complejos

Psicoanálisis

Para Freud las primeras experiencias del individuo son las más importantes. Sigmund Freud fue el padre del “psicoanálisis”. Entendemos por “psicoanálisis” como el conjunto de teorías formuladas por Freud acerca de la estructura y funcionamiento de la psique humana como al tipo de terapia psicológica basada en la mismas. En su primer sentido, el psicoanálisis envuelve una concepción exhaustiva del ser humano que ejercería una profunda influencia en todos los ámbitos de la cultura, a pesar de que fue polémica y diversamente negada desde sus inicios. En la actualidad, habiendo sido repetidamente señalada la inverificabilidad de algunos de sus dogmas y especulaciones, el psicoanálisis tiende a considerarse más como una escuela psicológica que como una ciencia.

El Yo, el Ello y el Superyó

En los años 20, en obras como “El Yo y el Ello” (1923), Freud expuso un nuevo análisis del psiquismo que complementa al anterior; en esta formulación estructural, el aparato psíquico está formado por tres instancias:

  • La primera, el Ello, es la instancia inconsciente que contiene todas las pulsiones y se rige por el denominado principio de placer.
  • La segunda, el Yo, tiene contenidos en su mayoría conscientes, se rige por el principio de realidad y actúa como intermediario entre el Ello y el Superyó.
  • La tercera instancia del aparato psíquico, el Superyó, por último, representa las normas morales e ideales.

El Ello, presente desde el nacimiento, es la base de la personalidad; contiene todos los instintos y recibe su energía de los procesos corporales. Que el Ello ser rija por el principio de placer significa que evita el dolor y busca el placer mediante dos procesos: las acciones reflejas y un modo de acción que se denomina proceso primario. Los reflejos son acciones innatas que reducen la incomodidad de inmediato, como por ejemplo un estornudo. Un proceso primario puede ser, por ejemplo, la fantasía, es decir, crear una imagen satisfactoria de lo que se desea. Por ejemplo, si se tiene hambre, se puede comenzar a imaginar la comida preferida; obviamente, la fantasía no basta para satisfacer el hambre ni cualquier otra necesidad posible.

Así pues, es función del Yo tratar con la realidad y satisfacer las demandas del Ello, ya que éste no puede determinar la diferencia entre lo que existe en realidad y lo que está en la mente. El Yo, en cambio, puede establecer esta distinción, y opera según el principio de realidad, haciendo de mediador entre los deseos del Ello y las realidades del mundo exterior. El Yo intenta satisfacer las urgencias del Ello del modo más apropiado y eficaz. Por ejemplo, el Ello puede urgir a la persona a ir a dormir de inmediato, sin que importe dónde se encuentre; el Yo retrasa el sueño hasta encontrar un momento y lugar convenientes.

Según Freud, el proceso de represión que impide al inconsciente expresarse en la conciencia se produce por el hecho de que ciertas tendencias contrastan con lo que quisiéramos ser, razón por lo cual las rechazamos y no queremos reconocerlas como propias. Este yo ideal no incide en nosotros como un modelo que tenemos presente, sino que se erige en referencia de una instancia autónoma, el Superyó, autoridad interior que nos hace sentir sus imperativos y ejerce en nosotros su dominio. Algunas veces se deja sentir abiertamente como voz de la conciencia, sentido del deber, remordimiento, etc. Pero actúa también inconscientemente en forma automática y silenciosa, produciendo precisamente, entre otras cosas, la represión.

Freud considera el Superyó como el heredero interior de aquella autoridad exterior que en la infancia está constituida por los padres. Por un lado, los padres representan para el niño un ideal, lo que el niño aspira a llegar a ser. Por otro, y por medio de la acción educativa y de las limitaciones impuestas al niño, los padres constituyen el primer freno exterior a los impulsos instintivos. Debido a la identificación con los padres, la primitiva autoridad exterior se torna autoridad interior, en un proceso denominado «introyección».

Tanto el Superyó como el Ello actúan autónomamente en nuestra vida psíquica, haciendo sentir incesantemente su acción y agitación sobre el Yo.

Por todo ello, podemos considerar que Freud concibe el comportamiento como una energía que sale del Ello (lo que quiero hacer), a instancias del Yo (lo que voy a hacer), siendo ambos reprimidos por el Superyó (las propias normal morales e ideales que nos han sido impuesta ya desde nacimiento).

LA ANSIEDAD SEGÚN FREUD

Freud describió la ansiedad como un miedo sin objeto; es decir, muchas veces no podemos señalar su origen o el objeto concreto que la provocó.  Así, pues, la ansiedad moral -que afecta al proceso de socialización-  se deriva de un conflicto entre el ello y el superyó. En esencia, es un miedo a la propia conciencia. Cuando estamos motivados para expresar un impulso instintivo contrario a nuestro código moral, el superyó se venga haciéndonos sentir vergüenza o culpa.

Según la teoría freudiana, alrededor de los cuatro o cinco años el chico se siente amenazado por la disciplina y autonomía que le exige su padre y fantasea con la idea de que éste desea cortarle el pene. En parte conscientemente, pero sobre todo de forma inconsciente, el niño reconoce en el padre a un rival con el que compite por el afecto de la madre. Por el contrario las niñas sufren de “envidia del pene” porque carecen de órgano visible que caracteriza a los niños. Así, la madre se devalúa a los ojos de la niña porque también ella carece de pene. Así, podemos distinguer entre:

COMPLEJO DE EDIPO

En psicología, complejo de una persona, especialmente durante su niñez, por el que manifiesta un evidente sentimiento de amor hacia al padre del sexo contrario y un sentimiento de rivalidad hacia el padre del mismo sexo; se aplica más concretamente al del hombre, por el que manifiesta amor por su madre y rivalidad hacia su padre.

COMPLEJO DE ELECTRA

En psicología, complejo por el que una mujer, durante su niñez, manifiesta amor por su padre y rivalidad hacia su madre.

Los conductistas: Watson y Skinner

Según los conductistas, gran parte de nuestra personalidad está modelada por la sociedad, por el entorno social. Es decir, afirman que nuestra personalidad está en un gran porcentaje construida a partir de caracteres adquiridos.

Así, pues, la sociedad nos enseña a integrarnos en ella. El proceso por el cual aprendemos a integrarnos en ella es el proceso de socialización, que lo adquirimos:

  • Imitando el comportamiento de otro individuo (inicialmente, en nuestras primeras etapas, el de nuestros padres).
  • A través del sistema de aprendizaje de premio y castigo.

Ni Freud ni los conductistas se niegan a sí mismos, sino que Freud le da más importancia a los caracteres innatos y los conductistas le asignan más importancia a los caracteres adquiridos.

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