Golpe militar y nueva incertidumbre en el Índico

Madagascar: un coronel toma el poder tras la caída del gobierno civil

El coronel Michael Randria asume la presidencia de Madagascar tras semanas de protestas y la caída del presidente Andry Rajoelina; el país entra en una frágil transición política bajo tutela militar

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Madagascar 24h

Una crisis política que culmina en intervención militar

Tras tres semanas de protestas masivas y violentas, el ejército de Madagascar ha tomado el control del país y depuesto al presidente Andry Rajoelina, quien huyó del país ante el avance de las movilizaciones.
Este viernes, el coronel Michael Randria fue juramentado como presidente del Consejo de Refundación de Madagascar, en una ceremonia supervisada por el Tribunal Supremo.

El nombramiento marca el inicio de una nueva etapa de transición tras una de las crisis políticas más graves desde 2009, cuando el mismo Rajoelina accedió al poder mediante un golpe militar.

Una transición incierta y una tarea monumental

El nuevo mandatario militar asume con una misión oficialmente temporal:
reorganizar el Estado, reformar los organismos electorales y convocar elecciones “libres y transparentes”.

Sin embargo, la tarea será compleja.
El anterior órgano electoral independiente fue acusado de fraude y favoritismo hacia Rajoelina, lo que desencadenó la ola de protestas que terminó con su derrocamiento.
La confianza de la población en las instituciones es casi nula, y reconstruir esa legitimidad será el mayor desafío del coronel.

Randria deberá además nombrar un primer ministro de consenso, capaz de ser aceptado por las principales fuerzas políticas y sociales, en un contexto de desconfianza y polarización.

Según fuentes cercanas al nuevo gobierno, los próximos días estarán dedicados a consultas nacionales con partidos políticos, sindicatos, organizaciones religiosas y líderes comunitarios para establecer una hoja de ruta para la transición.

El papel del ejército: entre liberador y guardián del orden

Lo paradójico del momento es que fueron los propios manifestantes quienes pidieron la intervención del ejército.
Durante las protestas, reprimidas duramente por la gendarmería nacional, muchos ciudadanos coreaban consignas pidiendo a las fuerzas armadas que “protegieran al pueblo”.

Cuando el ejército finalmente intervino, permitió las manifestaciones pacíficas, escoltó a los manifestantes y evitó enfrentamientos sangrientos, lo que ha generado, de momento, una cierta simpatía popular hacia los militares.

Desde entonces, la plaza del 13 de Mayo en Antananarivo —símbolo histórico de la resistencia malgache— se ha convertido en el epicentro de una euforia contenida, donde miles de ciudadanos celebran lo que consideran “una liberación” del régimen anterior.

Sin embargo, la población permanece vigilante.
El movimiento ciudadano Jenzy, que lideró las protestas, ha advertido que no permitirá que el ejército se perpetúe en el poder y que seguirá exigiendo una transición civil y elecciones auténticas.

Un país acostumbrado a la inestabilidad

Madagascar, la cuarta isla más grande del mundo, ha vivido cuatro golpes de Estado en las últimas cuatro décadas.
Desde su independencia de Francia en 1960, la política malgache ha estado marcada por ciclos de protestas, crisis económicas y rupturas institucionales.

El país —rico en minerales, biodiversidad y recursos naturales— sigue siendo uno de los más pobres de África, con más del 70 % de la población viviendo por debajo del umbral de pobreza.

Cada interrupción del orden democrático agrava la desconfianza de los inversores y la comunidad internacional, lo que retrasa proyectos esenciales de desarrollo e infraestructura.

El desafío del coronel Randria: refundar sin repetir el pasado

El nuevo líder promete una “refundación nacional” que devuelva la estabilidad y siente las bases de un Estado más transparente.
Pero los analistas advierten que el riesgo de una militarización prolongada es alto.

El coronel Randria deberá equilibrar las expectativas de la población, las presiones internas del ejército y las demandas internacionales de democracia.
Si fracasa, Madagascar podría volver al ciclo de represión, pobreza y aislamiento diplomático que ha lastrado su desarrollo durante décadas.

Conclusión: entre la esperanza y el temor

Hoy Madagascar vive un momento de esperanza tensa.
Muchos ciudadanos ven en la caída de Rajoelina una oportunidad para reconstruir el país, pero el hecho de que el proceso esté encabezado por militares mantiene encendida la alerta democrática.

El éxito o fracaso de esta transición dependerá de si el coronel Randria cumple su promesa de devolver el poder a los civiles o si, como tantas veces antes, la “refundación” se convierte en otro capítulo de control militar en la historia política de Madagascar.