Bruselas lanza su mayor apuesta militar desde la creación de la UE

Europa se blinda: la UE propone su primera gran red de defensa antidrones

La Unión Europea prepara una red de defensa anti-dron para proteger su frontera oriental y reducir la dependencia militar de la OTAN

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Una amenaza nueva en un viejo frente

A comienzos de septiembre, una serie de incursiones de drones no identificados atravesaron el espacio aéreo de Polonia y los Estados bálticos, poniendo en alerta máxima a la OTAN.
La respuesta fue inmediata: cazas, helicópteros y sistemas antimisiles desplegados de emergencia. Pero el costo fue enorme y la eficacia, limitada.

El incidente expuso una debilidad estructural en la defensa europea: el continente no cuenta con una red común contra amenazas aéreas de baja altitud, como drones de reconocimiento, aparatos kamikaze o misiles improvisados.

En respuesta, la Comisión Europea presentó el jueves un ambicioso plan de defensa llamado European Drone Defense Initiative (EDDI), una red de protección que busca blindar los 3.000 kilómetros de la frontera oriental de la Unión.
El objetivo: que el sistema esté plenamente operativo antes de finales de 2027.

“Tener defensas contra drones ya no es opcional para nadie”, declaró la presidenta de la Comisión al anunciar el proyecto en Bruselas.

El fin de la “muralla” y el inicio de la red

Aunque algunos medios la bautizaron como una “muralla anti-dron”, Bruselas ha evitado esa expresión.
La iniciativa no será una barrera física, sino un sistema distribuido de sensores, inhibidores de señal, radares y armas de intercepción interconectados a través de una red digital europea.

El sistema cubrirá tanto las fronteras terrestres con Bielorrusia y Ucrania como las zonas marítimas del mar Báltico y el mar Negro, donde se han detectado cada vez más vuelos no autorizados.

El diseño se inspirará en las tácticas y tecnologías ucranianas, desarrolladas durante la guerra con Rusia, y combinará inteligencia artificial, radares de largo alcance y municiones anti-dron.

El proyecto se plantea como un programa de cooperación paneuropea, abierto a empresas y centros de investigación del bloque, aunque aún falta determinar qué países fabricarán los componentes y dónde se instalarán las infraestructuras principales.

Un desafío económico de proporciones históricas

El coste del programa es titánico.
La Comisión Europea estima que para que la defensa sea “creíble” se necesitarán unos 800.000 millones de euros, una cifra que supera con creces el presupuesto común de defensa de la UE.

Actualmente, solo hay disponibles 300.000 millones en los fondos europeos, lo que obligará a los Estados miembros a aportar recursos adicionales o a crear un mecanismo de financiación conjunta, similar al que se utilizó para el fondo de recuperación post-COVID.

Los países del flanco oriental —Polonia, Rumanía, Eslovaquia y los Bálticos— son los más interesados en acelerar el proyecto.
Para ellos, la amenaza es tangible: los drones rusos empleados en Ucrania han sobrevolado o impactado en su territorio en varias ocasiones.

“Queremos tenerlo cuanto antes”, declaró un representante polaco, “porque la concentración de incidentes está aumentando rápidamente.”

En cambio, las potencias occidentales —Francia, Alemania o Italia— muestran mayor cautela.
París teme que una defensa común suponga ceder competencias estratégicas a Bruselas, mientras Berlín insiste en coordinar cualquier iniciativa con la OTAN antes de comprometer fondos.

Un paso más hacia la soberanía militar europea

El debate sobre la defensa común europea no es nuevo, pero el contexto actual lo ha reavivado.
La invasión rusa de Ucrania, el aumento de los ataques con drones y la incertidumbre sobre el compromiso militar de Estados Unidos con Europa han impulsado la idea de una “autonomía estratégica” europea.

Bruselas busca que este nuevo proyecto sirva como programa insignia de integración militar, a la altura de proyectos conjuntos anteriores como el Eurofighter, el tanque francoalemán MGCS o el sistema de satélites Galileo.

La European Drone Defense Initiative pretende consolidar un ecosistema industrial europeo de defensa, reducir la dependencia de proveedores externos (especialmente estadounidenses e israelíes) y fomentar la creación de empresas tecnológicas de defensa dentro del bloque.

Además, la Comisión propone incluir a Ucrania como socio tecnológico y operativo, aprovechando su experiencia real en combate con drones de distintos tipos y escalas.

Desafíos logísticos y políticos

A pesar del entusiasmo inicial, los obstáculos son numerosos.
Las principales incógnitas son:

  • ¿Quién fabricará los equipos? Los países con industria militar avanzada (Alemania, Francia, España o Italia) compiten por liderar el desarrollo.
  • ¿Cómo se coordinará con la OTAN? La Alianza Atlántica ya cuenta con su propio sistema de defensa aérea, y la superposición podría generar conflictos operativos.
  • ¿Dónde se desplegarán las instalaciones? Los países fronterizos quieren albergar los centros de control y mantenimiento, lo que podría implicar tensiones geopolíticas internas.

Además, el alto coste del proyecto coincide con un momento de desgaste económico por la inflación y los gastos energéticos, lo que podría complicar su aprobación parlamentaria.

Una Europa más militarizada, pero también más vulnerable

El anuncio marca un punto de inflexión en la política de seguridad europea.
Durante décadas, la UE ha delegado la defensa colectiva en la OTAN y ha actuado principalmente como potencia económica y diplomática.
Sin embargo, los ataques híbridos, el espionaje digital y la guerra de drones han cambiado la ecuación.

El “muro invisible” anti-dron no solo busca proteger el espacio aéreo, sino también enviar un mensaje:
Europa ya no puede depender exclusivamente de Washington para su seguridad.

Si el proyecto avanza, podría convertirse en el embrión de una defensa europea integrada, un paso que muchos consideran inevitable, pero que aún despierta recelos sobre la pérdida de soberanía nacional.

Por ahora, Bruselas ha hecho su jugada.
Falta ver si los Estados miembros están dispuestos a pagar el precio —económico y político— de blindar el cielo europeo.