Introducción
El reciente enfrentamiento abierto entre el presidente de Filipinas, Ferdinand “Bongbong” Marcos Jr., y la vicepresidenta Sara Duterte (hija del expresidente Rodrigo Duterte) está captando atención no solo por su dramatismo político local, sino por sus implicaciones geopolíticas. En el archipiélago más grande del sudeste asiático —ubicado estratégicamente frente a Taiwán y con acceso directo al Mar del Sur de China— los bandos rivales proyectan orientaciones diametralmente distintas hacia China, Estados Unidos y la seguridad del Indo-Pacífico.
Lo que inició como una alianza electoral frágil hace tres años ahora ha escalado a una disputa sobre identidad nacional, política exterior y control del poder. Este choque interno podría repercutir más allá de las islas filipinas: redefinir alianzas, alterar el equilibrio militar y económico en Asia y desafiar la credibilidad de estructuras multilaterales en la región.
Orígenes del desencuentro: de aliados a rivales
Cuando Marcos y Duterte formaron el “UniTeam” para las elecciones de 2022, muchos lo vieron como una coalición de conveniencia para unir sus bases políticas y asegurar el poder. Sin embargo, esa alianza se sustentaba sobre tensiones latentes: Sara Duterte aspiraba al rol de ministra de Defensa, pero fue asignada al Ministerio de Educación, lo que generó fricciones cuando criticó decisiones presupuestarias y uso de fondos públicos.
En 2024, las tensiones se hicieron públicas y virulentas. Sara Duterte llegó a declarar públicamente que sus enemigos habían planeado asesinar al presidente en caso de que ella muriera, lo que marcó un punto de inflexión escandaloso.
Por su parte, la administración de Marcos respondió con medidas duras: impulsó la detención del ex presidente Rodrigo Duterte después de que el Tribunal Penal Internacional (TPI) emitiera una orden de arresto por presuntos crímenes de derechos humanos ocurridos durante su mandato. Esta maniobra fue vista como provocación política directa.
El resultado es una batalla abierta por la sucesión en 2028, con ambos clanes patrimoniales luchando por dejar huella política, controlar alianzas legislativas y definir la hoja de ruta del país en medio de una región convulsa.
Choque de orientaciones exteriores: EE. UU. contra China
Uno de los aspectos más relevantes del enfrentamiento es cómo cada bando proyecta la política exterior de Filipinas:
- Marcos Jr. ha adoptado una agenda firme hacia EE. UU., reforzando acuerdos de visitas militares (VFA, RAA) y alineándose con coaliciones occidentales para contrarrestar la influencia china en el Mar del Sur de China.
- Sara Duterte, por su parte, ha intentado posicionarse con una línea más neutral o equidistante. Ha cuestionado la política marítima confrontacional del Gobierno y enfatizado que las relaciones con Beijing no deben concentrarse únicamente en disputas territoriales.
Este contraste no es meramente retórico: ante incidentes navales con buques chinos, Filipinas se ha visto obligada a decidir si responder militarmente, escalar diplomáticamente o adoptar una postura más mesurada. Además, bajo Marcos la nación ha adoptado una política de transparencia pública (transparency initiative) para exhibir acciones chinas en las aguas reclamadas.
China no ha permanecido pasiva; en los últimos años ha desplegado operaciones de influencia mediática en Filipinas, intensificado patrullajes navales y presionado diplomáticamente para debilitar el alineamiento filipino con EE. UU.
Por su posición geográfica, Filipinas es clave para el equilibrio regional: controlar sus aguas y territorio puede marcar la diferencia en una hipotética crisis sobre Taiwán. En ese contexto, si Sara Duterte ganara fuerza política para revertir la orientación de Marcos, podría abrir puerta a nuevas concesiones o acercamientos con China.
Riesgos internos: gobernabilidad, economía y legitimidad
La pelea interna no es solo estética política. Tiene consecuencias tangibles:
- Desviación de atención en asuntos urgentes
En un país con desigualdades persistentes, inflación creciente, inseguridad y problemas de infraestructura, la distracción política puede poner en riesgo la gobernabilidad. Analistas advierten que esta disputa podría frenar respuestas al hambre y la pobreza. - Erosión del consenso institucional
Cuando un vicepresidente acusa al presidente, y el expresidente enfrenta cargos internacionales, se debilita la confianza institucional. Es más difícil gobernar con legitimidad cuando el liderazgo parece fracturado entre clanes rivales. - Electoralismo agresivo y judicialización de la política
El uso del poder judicial, el Tribunal Penal Internacional, acusaciones cruzadas y maniobras institucionales (como manipular presupuestos) configuran una política de confrontación constante en lugar de diálogo político. - Vulnerabilidad frente a la presión externa
Un Gobierno con divisiones pronunciadas es más débil para negociar con potencias externas. China, EE. UU. y otros actores podrían aprovechar fisuras para ofrecer incentivos económicos, militares o diplomáticos. El juego de influencias en Filipinas ya ha visto intervenciones mediáticas y campañas de desinformación.
Escenarios futuros y apuestas clave
A partir de la intensidad del enfrentamiento y las próximas elecciones legislativas y presidenciales, algunos escenarios pueden desencadenarse:
- Reafirmación de la política de Marcos
Si las elecciones intermedias favorecen a sus aliados y Sara no logra reunir apoyo suficiente, Marcos podría consolidar su agenda externa y proyectar continuidad incluso en 2028. - Resurgimiento del bloque Duterte
Si Sara logra capitalizar el enojo político, su impronta y la base leal de su padre, podría convertirse en candidata seria para 2028 y replantear la dirección exterior de Filipinas. - Fragmentación política
Ningún clan podría imponerse claramente, lo que llevaría a coaliciones inestables, aumentos de confrontación parlamentaria y paralización legislativa. - Intervención externa indirecta
Actores como China o EE. UU. podrían intensificar el apoyo a facciones afines, ofreciendo préstamos, inversiones o asistencia militar, aumentando el riesgo de que Filipinas se convierta en escenario de competencia entre grandes potencias.
Conclusión
Lo que comenzó como un acuerdo táctico entre dos familias políticas ahora se ha transformado en una guerra por el alma del país. En el archipiélago filipino, donde cada isla y arrecife tiene importancia estratégica, la disputa entre Marcos y Duterte trasciende lo personal: es una disputa geopolítica con consecuencias internas y regionales.
Si Filipinas se fragmenta internamente, su capacidad de resistir presiones exteriores —chinas, estadounidenses o de otros actores— se debilita. En cambio, un ganador sólido podría definir el rumbo del Sudeste Asiático en la próxima década. En un momento de tensión creciente en Asia, la política doméstica filipina podría convertirse en una de las fichas decisivas del tablero regional.
