Democracia, dictadura, totalitarismo y autoritarismo: las diferencias

Los contrarios (que no contradictorio) de democracia son la dictadura, el totalitarismo y el autoritarismo

Democracia, dictadura, totalitarismo y autoritarismo: las diferencias

Debemos considerar, en primer lugar, que el adjetivo del sustantivo “absolutismo” es muy anterior a este último término. “Absoluto” -el adjetivo- expresa simplemente la idea de no estar vinculado por anda (ni por ningún límite ni vínculo). Por ende, la “potestad absoluta” ere el pleno poder, el poder supremo; su carácter, a diferencia del que posee en la actualidad, era positivo. Tendremos que esperar al siglo XVIII, para que “absolutismo” adquiera ese carácter negativo y pase a expresar un sistema en el que el poder está desvinculado de cualquier límite: se trata del ejercicio de un poder ilimitado, discrecional y, consecuentemente, excesivo y perjudicial.

Así, los factores que definen un sistema absolutista, son los siguientes:

  • Existencia de un poder irrefrenable por la ausencia de contrapoderes suficientes.
  • El poder se desvincula de las leyes y es superior a éstas
  • El poder está demasiado concentrado
  • Quien ocupa el poder, legisla a su antojo sin estar sometido a las leyes.

Por todo esto, debemos considerar que absolutismo sí que es un buen contrario de democracia, aunque de un modo indirecto. En la actualidad, normalmente, cuando nos referimos a “democracia”, la enmarcamos dentro de un Estado Liberal-constitucional (gracias al cual hemos alcanzado la división de poderes y el respeto a la ley). Sin embargo, una democracia “pura” (que no es ni liberal ni constitucional) puede perfectamente convertirse en una democracia absoluta. Esta es, por tanto, una hipótesis posible. Podemos decir, además, que el hecho de que un Estado esté provisto de legitimación democrática no es de por sí razón suficiente para excluir que pueda ejercer un poder absoluto. Por todo ello, podemos considerar que, si nos referimos a una democracia per sé, es decir, “pura”, entonces absolutismo pierde toda su esencia contraria de este término. Si por nuestra parte enmarcamos democracia dentro de un Estado Constitucional y de derecho, entonces “absolutismo” sí que tiene sentido como contrario de democracia constitucional y liberal.

Si sustantivamos autoritarismo, obtendremos la palabra “autoridad”. Este término proviene del “auctoritas” romano y siempre estuvo estrechamente ligado a la dignidad. Así, inclusive a día de hoy, “autoridad” significa “un poder que es aceptado, respetado, reconocido, legítimo”. La negatividad de “autoritarismo” provino tras la derrota del fascismo y del nacismo, acuñando el significado de “mala autoridad”. Sea como fuere, cabe reiterar en la idea de que añadir el sufijo -ismo a “autoridad” cambia radicalmente el significado de esta palabra. La autoridad, el sustantivo, no manda; sino que influye y está conectada con la esfera de la legalidad y la legitimidad.

Si sustantivamos el término “totalitarismo”, obtendremos la palabra “totalidad” que expresa la idea de alguna cosa que lo abarca y lo invade todo. Es decir, alude al carácter de extensión y, por derivación, de penetración e intensidad. Así, pues, no podemos definir totalitarismo ignorando la “huella semántica” de la idea de “totalidad”. Por tanto, en conclusión, “totalitarismo” es un término adecuado para connotar esa nueva intensidad, esa omnipresencia y esa fuerza de penetración.

Los contrarios (que no contradictorio) de democracia son la dictadura, el totalitarismo y el autoritarismo. La contraposición entre democracia y estos tres términos debe representarse a largo de un continuo. La ventaja de esta representación es que podemos llegar a incluir casos concretos a lo largo del continuo y con una mayor o menor distancia de los polos de referencia. Dictadura, contrariamente a democracia, es una forma de Estado y una estructura del poder que permite su uso ilimitado (absoluto) y discrecional (arbitrario). El totalitarismo, por su parte, a diferencia de la democracia, es un sistema político que posee una ideología oficial; un partido único de masas controlado por una oligarquía; el monopolio de las armas; el monopolio de todos los instrumentos de comunicación; un sistema terrorista de policía y una economía dirigida desde el centro. El autoritarismo, finalmente, denota a un sistema político en el que se ejerce una “mala autoridad”, es decir, un abuso y un exceso de autoridad que aplasta a la libertad.

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24h Economía

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