Durante más de tres décadas, el mundo vivió bajo el espejismo del capitalismo global integrado. La promesa era simple: abrir mercados, liberalizar el comercio y dejar que el dinero fluyera sin fronteras traería prosperidad para todos.
Pero en 2025, esa promesa está rota. Los mismos actores que crearon la globalización —Estados Unidos, Europa y China— ahora compiten por reconstruir fronteras económicas. Lo que emerge no es un retorno al proteccionismo del siglo XX, sino algo más sofisticado y peligroso: un sistema de bloques económicos coordinados por el Estado, donde el capital ya no busca eficiencia, sino seguridad y control político.
El fin de la globalización como religión
El Fondo Monetario Internacional (FMI, 2025) reconoce que el comercio mundial, medido como proporción del PIB global, ha caído del 61 % en 2008 al 55 % en 2025, el nivel más bajo en veinte años.
La interdependencia, que antes se consideraba una garantía de paz, se ha convertido en una fuente de vulnerabilidad. La pandemia, la guerra en Ucrania y las tensiones entre China y Estados Unidos expusieron la fragilidad de las cadenas globales de suministro.
El economista Branko Milanovic (2024) lo define como “el fin de la globalización ingenua”: la idea de que los intereses económicos bastaban para mantener la estabilidad política.
Ahora, las naciones buscan autonomía estratégica, incluso a costa de su eficiencia. La lógica del libre mercado ha sido reemplazada por la lógica del poder económico soberano.
Estados Unidos: el retorno del Estado como inversor
Washington ha abandonado su papel de predicador del libre comercio para convertirse en su principal revisionista. Con la Inflation Reduction Act (IRA) y el CHIPS and Science Act, Estados Unidos ha lanzado la mayor política industrial desde la Segunda Guerra Mundial: subsidios, créditos fiscales y proteccionismo selectivo para asegurar el dominio tecnológico frente a China.
Según el U.S. Treasury (2025), más de 600.000 millones de dólares se han destinado a proyectos nacionales de energía y semiconductores.
El economista Dani Rodrik (2025) describe este cambio como “el paso del neoliberalismo al capitalismo de misión”, donde el Estado define objetivos estratégicos y el mercado los ejecuta.
La ironía es evidente: el país que exportó el dogma del libre mercado ahora defiende el capitalismo dirigido, justificándolo en nombre de la seguridad nacional.
China: el control sobre la eficiencia
En el otro extremo, China nunca creyó plenamente en el libre mercado. Su modelo de capitalismo de Estado combina inversión masiva, planificación industrial y control político.
Pero la desaceleración actual ha llevado a Pekín a doblar la apuesta por el control. El plan “Made in China 2025” se ha transformado en una cruzada por la autosuficiencia tecnológica total, especialmente tras las restricciones estadounidenses a los chips avanzados (Reuters, 2025).
El analista Dan Wang (2025) advierte que “China ya no compite por integrarse al sistema global, compite por reemplazarlo.”
Sin embargo, su éxito dependerá de un equilibrio frágil: mantener la innovación sin libertad y la expansión sin confianza externa.
El mundo está descubriendo que el modelo chino no puede exportarse sin su autoritarismo implícito.
Europa: el bloque moral sin poder
La Unión Europea intenta adaptarse a esta era de bloques, pero su respuesta ha sido más burocrática que estratégica.
El Net-Zero Industry Act y la Estrategia de Soberanía Tecnológica buscan reducir la dependencia de China y Estados Unidos, pero la falta de coordinación entre los Estados miembros y el exceso de regulación ralentizan el proceso (Comisión Europea, 2025).
El economista francés Nicolas Baverez (2023) lo describe con ironía: “Europa regula porque no sabe competir, y subvenciona porque no sabe producir.”
España, en este contexto, se beneficia parcialmente de los fondos Next Generation EU, pero sigue atrapada en un modelo basado en gasto público y baja productividad.
El riesgo para Europa es convertirse en un mercado moral sin músculo industrial, un espacio donde se predican valores mientras se compran tecnologías ajenas.
Japón: el renacimiento disciplinado
Mientras tanto, Japón protagoniza una transición silenciosa pero crucial. Su gobierno, bajo Sanae Takaichi, ha lanzado un ambicioso programa de reindustrialización tecnológica y estímulos fiscales por 200.000 millones de dólares (Nikkei Asia, 2025).
Lejos de apostar por la globalización, Tokio promueve una forma de capitalismo disciplinado, basado en la autosuficiencia energética, la robótica y la cooperación selectiva con Occidente.
El economista Takatoshi Ito (2024) sostiene que “Japón está demostrando que la resiliencia vale más que la velocidad.”
En un mundo de bloques, Japón se ha convertido en el intermediario estratégico entre Estados Unidos y Asia, aprovechando su reputación de estabilidad y su experiencia en tecnología industrial.
América Latina: la periferia de todos los bloques
Mientras las grandes potencias rediseñan el tablero, América Latina sigue jugando con reglas viejas.
El auge del litio, el cobre y la soja vuelve a situarla como proveedora de recursos esenciales para la transición verde, pero sin un plan de industrialización ni coordinación regional.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal, 2025) advierte que “la región sigue atrapada entre la promesa de la globalización verde y la realidad del extractivismo 2.0.”
China compra, Estados Unidos invierte, Europa regula y América Latina observa. Su integración al capitalismo de bloques es pasiva, no estratégica.
España, con sus vínculos históricos y empresariales, podría actuar como puente entre Europa y la región, pero carece del peso geopolítico para liderar una agenda común.
El nuevo mapa económico: poder, no eficiencia
El mundo actual no se organiza ya por ventajas comparativas, sino por alianzas políticas y control del riesgo.
Estados Unidos controla la innovación; China controla la producción; Europa regula la moralidad; Japón controla la precisión; América Latina provee los recursos.
El resultado es una economía global más fragmentada pero menos frágil, donde cada bloque busca reducir su exposición al otro.
El informe del Banco Mundial (2025) advierte que esta reconfiguración podría reducir el crecimiento global en 1,5 puntos porcentuales durante la próxima década, pero aumentar la resiliencia estratégica de los países más industrializados.
La eficiencia muere, pero el control renace.
El retorno del Estado como actor económico
Lo que une a todas las potencias no es la ideología, sino el diagnóstico: el mercado por sí solo ya no garantiza estabilidad.
El Estado vuelve a ser protagonista —no para planificar toda la economía, sino para dirigirla en sectores clave—. Energía, defensa, tecnología, datos y alimentos se han convertido en los nuevos campos de soberanía económica.
El politólogo Ian Bremmer (2024) denomina este modelo “State Capitalism 2.0”, un sistema donde el Estado no destruye al mercado, pero lo orquesta como instrumento geopolítico.
Este cambio redefine también la moral del capitalismo. El beneficio financiero ya no es el objetivo supremo; el poder estratégico sí lo es.
Conclusión: el capitalismo entra en su era política
El capitalismo financiero del siglo XX se sustentaba en flujos de capital, innovación y confianza. El capitalismo de bloques del siglo XXI se basa en control, seguridad y rivalidad.
El mundo no se está desglobalizando, se está reorganizando en archipiélagos de poder económico.
Cada bloque busca autonomía sin desconectarse por completo. Pero esa tensión —entre conexión y control— será la fuente de los conflictos económicos del futuro.
Europa y España deben elegir: seguir defendiendo la eficiencia de un mundo que ya no existe o adaptarse a la lógica del poder.
El futuro no pertenecerá al más libre, sino al más resiliente. Y en ese juego, la moral importa menos que la estrategia.
Referencias
Banco Mundial. (2025). Global Economic Prospects 2025: Fragmentation and Resilience. Washington, DC: World Bank.
Baverez, N. (2023). La decadencia moral de Europa. París: Fayard.
Bremmer, I. (2024). The Power of Crisis: State Capitalism and Global Order. Penguin Press.
Caixin. (2025). Manufacturing PMI Report 2025. Pekín: Caixin Insights.
Comisión Europea. (2025). European Industrial Sovereignty Strategy. Bruselas: Comisión Europea.
Fondo Monetario Internacional (FMI). (2025). World Economic Outlook: Global Fragmentation. Washington, DC: IMF.
Ito, T. (2024). Fiscal Policy and Debt Sustainability in Japan. University of Tokyo Press.
Milanovic, B. (2024). Visions of Inequality: From the French Revolution to the End of the Cold War. Harvard University Press.
Nikkei Asia. (2025). “Japan bets $200 billion on reindustrialization plan.” Nikkei Asia Business News.
OCDE. (2025). Global Trade Dynamics 2025. París: OECD Publishing.
Rodrik, D. (2025). The Return of Industrial Policy. Harvard Kennedy School.
Reuters. (2025). “China accelerates chip independence drive amid US sanctions.” Reuters Asia Tech.
Cepal. (2025). Panorama Económico de América Latina 2025. Santiago de Chile: Naciones Unidas.
U.S. Department of Treasury. (2025). Industrial Policy and National Security Report. Washington, DC: U.S. Treasury.
Wang, D. (2025). Innovation under Authoritarianism: The Limits of China’s Tech Ambition. Gavekal Research.
