El nuevo canal que podría reconfigurar el poder en el Sudeste Asiático

El canal chino que atrapa al Sudeste Asiático

La construcción del canal Fantochino en Camboya, financiado por Pekín, amenaza con alterar el equilibrio geopolítico entre China, Vietnam y Estados Unidos.

Camboya
Camboya 24h

Una obra faraónica con ambiciones ocultas

Camboya ha iniciado uno de los proyectos más ambiciosos de su historia moderna: la construcción del canal Funan Techo, una vía fluvial de 180 kilómetros que conectará el corazón económico del país con el Golfo de Tailandia.
El proyecto, valorado en 1.700 millones de dólares y financiado por la China Road and Bridge Corporation, pretende reducir la dependencia camboyana de Vietnam, país que actualmente controla el delta del Mekong, por donde pasa casi todo el comercio fluvial de la región.

Oficialmente, la obra busca impulsar el comercio y el desarrollo agrícola, pero para muchos observadores, se trata de algo mucho más profundo: una jugada estratégica de China para reforzar su influencia en el Sudeste Asiático y expandir su red militar bajo el paraguas de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI).

De canal comercial a herramienta de poder

El canal —cuyo nombre, Funan Techo, hace referencia al antiguo nombre chino de Camboya (Funan)— es una muestra explícita de la cercanía entre Phnom Penh y Pekín.
Cuando se complete en 2028, permitirá a Camboya exportar directamente al mar sin pasar por Vietnam, lo que recortará los costes de transporte y aumentará su autonomía comercial.

El proyecto incluye:

  • Tres presas fluviales,
  • Once puentes,
  • Más de 200 km de carreteras y aceras conectadas a lo largo del trayecto.

Pero el trazado también revela su trasfondo estratégico: el canal desemboca cerca de la base naval de Ream, que ha sido reconstruida con fondos chinos y donde imágenes satelitales muestran buques de guerra de la Armada china atracados de forma permanente.

Para Estados Unidos y Vietnam, esto confirma los temores de que China busca establecer una presencia militar permanente en el corazón del Sudeste Asiático, algo que modificaría el equilibrio naval de toda la región.

China, el verdadero arquitecto

China no solo financia el canal: controla su ejecución, supervisión técnica y parte del futuro mantenimiento.
El proyecto se enmarca dentro de la “Estrategia del Collar de Perlas”, una red de puertos, bases y corredores marítimos que van desde el Golfo Pérsico hasta el Pacífico, y que incluye enclaves clave como:

  • Gwadar (Pakistán),
  • Hambantota (Sri Lanka),
  • Lamu (Kenia),
  • y Djibouti, donde China ya tiene su primera base militar en el extranjero.

El canal camboyano sería, por tanto, una nueva “perla” en la cadena, permitiendo a Pekín:

  1. Asegurar rutas comerciales con el Índico.
  2. Rodear a Vietnam desde el suroeste.
  3. Consolidar una posición avanzada cerca del Mar de la China Meridional, una zona ya plagada de tensiones territoriales.

Para Camboya, el acuerdo parece un trato irresistible: inversión masiva, infraestructura moderna y promesas de desarrollo.
Pero el precio es alto: el 40% de su deuda nacional —unos 10.000 millones de dólares— está en manos de bancos chinos.

Vietnam: un vecino acorralado

Vietnam, por su parte, observa el avance del canal con creciente inquietud.
El delta del Mekong, bajo su control, no solo es su arteria comercial principal, sino también su fuente de seguridad alimentaria, ya que produce más del 90% del arroz exportado por el país.

Los estudios técnicos presentados al Mekong River Commission advierten que el canal podría desviar hasta el 50% del caudal del río durante las temporadas secas, afectando gravemente los cultivos y el suministro de agua vietnamita.
Para Hanói, esto no es solo un asunto económico: es una amenaza existencial.

Además, el proyecto otorga a China una ventaja estratégica de flanqueo.
Vietnam ya se enfrenta a las reclamaciones chinas sobre las islas Paracel y Spratly en el Mar del Sur, y ahora ve cómo su frontera suroeste se convierte en una vía de influencia china directa.

Esta sensación de “cerco” ha empujado a Vietnam a estrechar lazos con Estados Unidos y otras potencias occidentales, buscando contrapesar el peso de Pekín en la región.

El dilema camboyano: orgullo nacional o dependencia total

El primer ministro Hun Manet, hijo del veterano líder Hun Sen, ha promovido el canal como símbolo de independencia nacional y de una “nueva Camboya” moderna y autosuficiente.
Para muchos camboyanos, representa un resurgir nacional frente a la histórica influencia vietnamita.

Sin embargo, el proyecto también ata aún más al país a los intereses chinos.
Desde la infraestructura y la minería hasta los aeropuertos —como el Siem Reap–Angkor International Airport y el nuevo aeropuerto de Techo—, China se ha convertido en el pilar económico absoluto de Camboya.

La relación es asimétrica:

  • Camboya obtiene inversión, empleo y crecimiento inmediato.
  • China obtiene control político y acceso estratégico a una zona crucial del Indo-Pacífico.

Un canal que simboliza algo más que comercio

El Funan Techo no es solo un proyecto hidráulico: es una herramienta de influencia geopolítica.
Para Pekín, representa un paso más en su ambición de asegurar rutas comerciales y posiciones militares frente a Estados Unidos.
Para Camboya, es una oportunidad de modernización… y una trampa de deuda.
Y para Vietnam, un golpe directo a su seguridad económica y territorial.

Lo que comenzó como un canal comercial podría terminar redefiniendo el equilibrio de poder del Sudeste Asiático, desplazando las rutas del Mekong y transformando a Camboya en un nuevo enclave chino en el corazón continental de la ASEAN.

Reflexión final: el canal que divide un continente

El Funan Techo Canal simboliza la nueva era del expansionismo chino, una que no se mide en invasiones, sino en infraestructura, deuda y acceso estratégico.
Para Camboya, el proyecto promete independencia económica, pero puede acabar convirtiéndola en una extensión del poder de Pekín.
Para Vietnam, es una advertencia de que su posición geográfica, antaño ventaja natural, puede convertirse en su mayor vulnerabilidad.

El mapa del Sudeste Asiático parece inmóvil, pero bajo la superficie —como el agua del canal— fluye una lucha silenciosa por el control del futuro.