Del “Milagro del Río Han” al freno económico: el nuevo desafío de Asia oriental

El fin del milagro: por qué Corea del Sur está perdiendo impulso económico

Tras décadas de crecimiento vertiginoso, Corea del Sur enfrenta una peligrosa combinación de envejecimiento, dependencia exportadora y competencia china que amenaza con congelar su milagro económico.

Seúl
Seúl 24h

De la pobreza a la potencia: el milagro que cambió Asia

En apenas tres décadas, Corea del Sur pasó de ser uno de los países más pobres del mundo a una potencia industrial de primer nivel.
A mediados del siglo XX, tras décadas de ocupación japonesa y una guerra devastadora (1950-1953), el país estaba arruinado:

  • Su renta per cápita era inferior a la de Haití o Etiopía.
  • El 40% de la población vivía en pobreza absoluta.
  • Su economía dependía casi por completo de la ayuda extranjera.

Pero en la década de 1960, bajo el liderazgo autoritario del general Park Chung-hee, Corea emprendió una transformación sin precedentes.
El Estado nacionalizó la banca, impulsó planes quinquenales y fomentó la creación de conglomerados industriales (chaebols) como Samsung, Hyundai o LG, que dominarían la economía nacional.

Entre 1960 y 1990, el país creció a tasas anuales superiores al 8%, convirtiéndose en la historia de desarrollo más espectacular del siglo XX.
En 1996, Corea del Sur ingresó a la OCDE con un PIB per cápita de más de 13.000 dólares, comparable al de España o Portugal.

Era el símbolo de una nueva Asia: moderna, tecnológica y exportadora.

Las grietas del milagro

Sin embargo, la aparente perfección del modelo ocultaba vulnerabilidades estructurales.
La crisis financiera asiática de 1997 reveló los excesos:

  • Altos niveles de deuda corporativa.
  • Dependencia excesiva de las exportaciones.
  • Fuerte concentración económica en los chaebols.

Once de las treinta mayores empresas del país quebraron en cuestión de meses, y Seúl tuvo que pedir un rescate al FMI.
Aunque las reformas neoliberales posteriores estabilizaron la economía, las debilidades persistieron.
Veinticinco años después, Corea del Sur enfrenta un nuevo estancamiento con causas muy distintas, pero consecuencias igual de preocupantes.

Un país que envejece más rápido que ninguno

El primer gran desafío es demográfico.
Corea del Sur tiene la tasa de fertilidad más baja del mundo: 0,68 hijos por mujer.
De mantenerse esa tendencia, su población se reducirá en más de un 40% antes de 2100.

  • En 2050, uno de cada tres surcoreanos tendrá más de 65 años.
  • El índice de dependencia de la tercera edad se cuadruplicará.
  • Los costes en salud y pensiones crecerán de forma explosiva.

Una sociedad envejecida implica menos innovación, menor productividad y un mercado laboral que se achica año tras año.
La fuerza que impulsó el “milagro” —una población joven, educada y trabajadora— está desapareciendo.

Demasiadas exportaciones, poca economía interna

El segundo problema estructural es la dependencia de las exportaciones.
Durante décadas, Corea prosperó gracias a su rol de fábrica tecnológica del mundo, pero esa fórmula hoy muestra límites.

Los chaebols, que producen desde automóviles hasta microchips, representan el núcleo del PIB nacional, pero también la mayor vulnerabilidad:

  • Más del 50% del PIB proviene de exportaciones.
  • Las PYMEs, que emplean al 80% de los trabajadores, son mucho menos productivas.
  • El consumo interno sigue siendo débil, y el país depende de la demanda global.

Y la demanda, simplemente, ya no crece como antes.

La sombra de China

Durante los años 2000, China fue el gran motor del crecimiento surcoreano.
El comercio bilateral se disparó, y Pekín se convirtió en el principal destino de exportaciones (semiconductores, maquinaria, componentes).
Pero esa relación se ha deteriorado.

Desde el lanzamiento del plan “Made in China 2025”, el gobierno de Xi Jinping ha apostado por autosuficiencia tecnológica, desplazando a Corea en sectores clave.
Hoy, Pekín produce sus propios chips, baterías y productos electrónicos, reduciendo drásticamente las importaciones surcoreanas.

En 2023, por primera vez en veinte años, Corea exportó más a Estados Unidos y Japón combinados que a China.
El impacto ha sido devastador: el superávit comercial se ha reducido y los márgenes de los chaebols se han comprimido.

Innovación en pausa

Corea del Sur fue durante décadas sinónimo de innovación, pero el impulso se ha ralentizado.
Entre 2005 y 2022, solo un nuevo sector se incorporó a la lista de las 10 principales exportaciones nacionales.
El país sigue siendo líder en tecnología, automoción y electrónica, pero no ha creado un nuevo motor de crecimiento.

Mientras tanto, startups y empresas medianas carecen de apoyo suficiente para escalar.
El sistema económico continúa dominado por grandes conglomerados familiares, lo que frena la competencia y la creatividad empresarial.

Como advierte el Banco de Corea:

“Nuestra economía se ha vuelto más sofisticada, pero no más dinámica.”

El espejo japonés

Las comparaciones con Japón son inevitables.
Ambos países comparten una fórmula de éxito —industrialización acelerada, ahorro alto y exportaciones masivas— y un destino común:
envejecimiento, deuda y estancamiento.

Al igual que Japón en los 90, Corea enfrenta un mercado inmobiliario tenso, un sector corporativo endeudado y un consumo interno débil.
Las previsiones del FMI sitúan el crecimiento medio por debajo del 2% hasta 2030, e incluso del 0,5% hacia mediados de siglo.

El “Milagro del Río Han” no ha desaparecido, pero ya no fluye con la misma fuerza.

El precio del éxito

Paradójicamente, Corea del Sur sufre hoy las consecuencias de su propio éxito.
Su modelo de desarrollo —eficiente, exportador y disciplinado— la llevó al primer mundo, pero también la encadenó a una estructura inflexible y envejecida.

Para salir del estancamiento, el país deberá:

  • Fomentar la natalidad y la inmigración cualificada.
  • Apoyar a las PYMEs y diversificar la economía.
  • Reducir la dependencia de los chaebols.
  • Reorientar el crecimiento hacia la innovación y el consumo interno.

De lo contrario, el “milagro” podría transformarse en una larga meseta económica, como la que lleva décadas afectando a Japón.

La paradoja del progreso coreano

El ascenso de Corea del Sur es una de las historias más impresionantes del siglo XX: un país que, en una generación, pasó del hambre al liderazgo tecnológico.
Pero su desafío actual demuestra que el desarrollo no es un destino, sino un equilibrio frágil.

Si no logra reinventar su modelo, el país que fue símbolo del dinamismo asiático podría convertirse en víctima de su propio éxito.
El milagro no ha terminado, pero su brillo depende ahora de que Corea logre algo aún más difícil que crecer: adaptarse.