España vuelve a ocupar titulares con cifras macroeconómicas aparentemente envidiables. Según las últimas previsiones del BBVA Research (2025), el país crecerá cerca del 3 % este año, más del doble de la media de la eurozona, impulsado por el turismo, el consumo interno y los fondos europeos. El Gobierno no ha tardado en celebrar lo que denomina una “recuperación sólida y sostenible”.
Sin embargo, bajo el brillo de los datos se esconde una estructura frágil, dependiente del gasto público y de una deuda que no deja de aumentar. El crecimiento español, advierten los economistas más prudentes, no proviene de un impulso productivo, sino de una expansión fiscal y monetaria que no puede sostenerse indefinidamente.
España crece, sí, pero sobre una base cada vez más inestable.
El impulso de los fondos europeos: una droga económica temporal
El motor del crecimiento actual tiene nombre: fondos Next Generation EU. Desde 2021, España ha recibido más de 37.000 millones de euros en transferencias europeas, destinadas a financiar proyectos de digitalización, transición verde y modernización del sector público (Comisión Europea, 2024).
En teoría, estas inversiones deberían aumentar la productividad y generar un crecimiento estructural. En la práctica, sin embargo, los resultados son modestos. Según el Banco de España (2025), apenas un 40 % de los fondos se ha traducido en ejecución efectiva, y buena parte del gasto se concentra en subvenciones corrientes y proyectos de bajo retorno económico.
El economista Javier Andrés (2025) lo resume con una metáfora precisa: “Los fondos europeos son una transfusión de sangre en un cuerpo que no hace ejercicio. Sin reformas profundas, el efecto será pasajero.”
El gasto público impulsa la demanda y el empleo a corto plazo, pero no corrige los desequilibrios estructurales que arrastra la economía española desde hace dos décadas: baja productividad, envejecimiento demográfico y exceso de deuda.
La deuda como modelo de crecimiento
España es uno de los países más endeudados de Europa. La deuda pública roza el 109 % del PIB, muy por encima del límite del 60 % fijado por los criterios de Maastricht (Eurostat, 2025). A pesar del crecimiento, el Estado sigue gastando más de lo que ingresa, y el déficit estructural se mantiene cerca del 3,5 % del PIB.
El problema no es solo la magnitud de la deuda, sino su función. Lejos de financiar inversión productiva, gran parte del endeudamiento sirve para sostener gasto corriente y subsidios. En palabras del economista José Carlos Díez (2024), “España ha convertido la deuda en un sustituto de la productividad”.
Mientras el Gobierno presume de estabilidad, la carga de intereses comienza a crecer. Con los tipos del BCE por encima del 3,75 %, el coste de refinanciación de la deuda pública española aumentará en más de 12.000 millones de euros anuales entre 2024 y 2026 (BCE, 2024). Esa cifra equivale a casi todo el presupuesto de educación de una comunidad autónoma como Madrid.
La paradoja es clara: cuanto más crece España, más deuda necesita para sostener ese crecimiento.
El empleo récord y su cara oculta
Otro de los pilares del relato oficial es el empleo. España registra más de 21 millones de trabajadores afiliados a la Seguridad Social, el nivel más alto desde que existen registros. Pero las cifras absolutas ocultan una realidad más matizada.
El empleo español sigue siendo de baja productividad y escasa estabilidad. Según la OCDE (2025), el 24 % de los nuevos contratos son temporales o de corta duración, y los salarios medios reales apenas han crecido un 0,8 % anual desde 2015.
Además, buena parte de la creación de empleo proviene del sector público y del turismo, sectores con un impacto limitado sobre la productividad a largo plazo. Mientras tanto, la inversión en industria y tecnología continúa rezagada.
El economista Xavier Vives (2024) lo advierte con claridad: “España está generando empleo de supervivencia, no de prosperidad”.
Productividad estancada: el verdadero talón de Aquiles
El gran problema de la economía española no es la deuda ni el déficit, sino la productividad crónicamente baja. Desde 2010, la productividad laboral ha crecido un 0,2 % anual, frente al 1 % de la media europea (Eurostat, 2025).
Las causas son múltiples: exceso de microempresas poco tecnificadas, burocracia excesiva, rigidez fiscal y falta de inversión en I+D. El Informe de Competitividad Global del Foro Económico Mundial (2024) sitúa a España en el puesto 34 en innovación, por detrás de países como Estonia o República Checa.
Sin mejoras en productividad, el crecimiento basado en gasto y deuda se vuelve una ilusión contable. La economía se expande en términos nominales, pero no en capacidad real de generar riqueza sostenible.
Europa mira con recelo el optimismo español
En Bruselas, el optimismo español genera más inquietud que admiración. La Comisión Europea (2025) ha recordado que España debe presentar un plan creíble de reducción del déficit estructural para cumplir con las nuevas reglas fiscales. Si el crecimiento se mantiene por gasto público, los ajustes podrían llegar más pronto de lo previsto.
Alemania y Países Bajos, defensores del rigor presupuestario, presionan para que los países del sur reduzcan el endeudamiento antes de 2027. La posición española, basada en la “flexibilidad” y la inversión verde, empieza a chocar con el nuevo clima de austeridad europea.
El analista francés Nicolas Baverez (2023) señala que “España representa el dilema moral de Europa: predica la sostenibilidad mientras vive de la deuda”. Y en ese dilema, la confianza de los mercados será el juez final.
El espejismo de la resiliencia
El Gobierno insiste en que la economía española ha demostrado “resiliencia”, palabra que se ha convertido en el nuevo mantra político. Pero la resiliencia no significa fortaleza estructural, sino capacidad de aguantar los golpes.
El economista José Ignacio Conde-Ruiz (2025) lo explica con franqueza: “España ha resistido las crisis no porque sea más fuerte, sino porque Europa ha pagado su resistencia”. Los fondos europeos, el BCE y la política monetaria laxa han sido la red de seguridad que ha evitado el colapso. Sin esa red, la historia sería distinta.
El riesgo político: estabilidad basada en expectativas
La estabilidad económica española también depende de la estabilidad política, y ese es un terreno cada vez más incierto. El aumento del gasto público, las tensiones territoriales y la polarización ideológica dificultan los pactos de Estado necesarios para reformar el sistema fiscal y laboral.
Sin reformas estructurales, el país podría caer en una nueva década de crecimiento bajo y deuda alta. En ese escenario, el crecimiento actual sería una tregua, no un cambio de tendencia.
Como advirtió el economista Juan Ramón Rallo (2024), “España no está en crisis, pero tampoco en recuperación». Está suspendida entre ambas cosas, sostenida por crédito barato y confianza prestada.”
Conclusión: un éxito con pies de barro
España puede presumir de cifras que muchos países europeos envidiarían: crecimiento sólido, empleo récord y estabilidad financiera. Pero los cimientos de ese éxito son débiles. La deuda crece más rápido que la productividad, el gasto público sustituye al dinamismo privado y la inversión se mantiene por debajo de los niveles previos a la pandemia.
Si el crecimiento depende de estímulos temporales, el país se enfrenta a un futuro de expansión aparente y estancamiento real. La prosperidad no se mide por el tamaño del presupuesto, sino por la capacidad de crear valor sin endeudarse para hacerlo.
España no está al borde del precipicio, pero sigue caminando al filo. Y el vértigo, tarde o temprano, llega.
Referencias
Banco Central Europeo (BCE). (2024). Monetary Policy and Debt Dynamics in the Euro Area. Frankfurt: BCE.
Banco de España. (2025). Informe Económico Anual 2025. Madrid: Banco de España.
BBVA Research. (2025). Spain Economic Outlook: October 2025. Madrid: BBVA.
Comisión Europea. (2024). Next Generation EU: Implementation Report. Bruselas: Comisión Europea.
Comisión Europea. (2025). European Fiscal Policy Update 2025. Bruselas: Comisión Europea.
Conde-Ruiz, J. I. (2025). España: resiliencia o complacencia. Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA).
Díez, J. C. (2024). La economía invisible. Madrid: Deusto.
Eurostat. (2025). Quarterly Government Debt and Productivity Statistics. Luxemburgo: Oficina de Estadística de la UE.
Foro Económico Mundial. (2024). Global Competitiveness Report 2024. Ginebra: WEF.
OCDE. (2025). Employment Outlook 2025. París: OECD Publishing.
Rallo, J. R. (2024). Contra el intervencionismo moral: Economía y libertad. Deusto.
Vives, X. (2024). Competencia y soberanía industrial en Europa. IESE Insight, Barcelona.
Baverez, N. (2023). La decadencia moral de Europa. París: Fayard.
Andrés, J. (2025). España y los límites del crecimiento financiado. Universidad de Valencia.
