El paraíso turístico europeo que ya no puede pagar su propio techo

Portugal: cuando el sueño turístico se convierte en pesadilla inmobiliaria

Con los precios de la vivienda disparados más del 120% en una década, Portugal enfrenta la peor crisis habitacional de Europa: entre la falta de oferta y una avalancha de inversores extranjeros.

Lisboa
Lisboa 24h

Una crisis que no se detiene ni con tipos altos

En casi toda Europa, el precio de la vivienda se ha disparado desde 2015. Pero Portugal es el caso extremo.
Mientras el promedio europeo subió un 53%, los precios portugueses aumentaron un 124%, y solo en Lisboa llegaron al 176%.

En septiembre de 2024, el país registró su mayor alza anual de precios jamás vista: +23%, justo cuando en Alemania o Francia el mercado se estancaba.
Según la Comisión Europea, el mercado portugués está sobrevalorado en un 35%, el nivel más alto de la Eurozona.

Y el dato más impactante:

En 2025, Lisboa se convirtió en la ciudad menos asequible de Europa, con una relación precio-ingreso de 21,1, superando incluso a Londres (18,6) y París (16,9).

El resultado es una crisis social profunda, donde las clases media y trabajadora se ven expulsadas de sus barrios por precios imposibles.

El mercado más caro con la menor protección social

Portugal no solo tiene las viviendas más caras respecto a los salarios, sino también una de las tasas más bajas de vivienda pública del continente.
Según el Instituto Universitario de Lisboa, solo el 2% del parque habitacional corresponde a vivienda social o asequible.

Esto significa que la gran mayoría de la población compite en el mercado privado frente a inversores extranjeros, turistas y fondos inmobiliarios.
El resultado: desplazamiento masivo, aumento de la desigualdad y una generación entera que no puede comprar ni alquilar dignamente.

Un país que dejó de construir para su gente

El déficit estructural de vivienda es el corazón del problema.
Portugal sufre una escasez de entre 150.000 y 200.000 hogares, pero su industria solo puede construir 24.000 a 28.000 viviendas por año.

Además:

  • En Lisboa, las protecciones patrimoniales y la burocracia urbanística impiden nuevos proyectos.
  • Los costes de construcción se han disparado.
  • Muchas parcelas permanecen bloqueadas por propiedades sin titular claro o en litigio.

En otras palabras: la oferta no responde al auge de la demanda, y cada año se agrava la brecha.

Cuando el paraíso turístico se vuelve inaccesible

A esta falta de oferta se suma un segundo factor: la fiebre del turismo y la inversión extranjera.

Tras la crisis financiera de 2011, el gobierno portugués, bajo presión del FMI y la UE, liberalizó el mercado inmobiliario y turístico:

  • Facilitó los desalojos y redujo la duración de los contratos de alquiler.
  • Promovió Lisboa y Oporto como destinos de inversión, trabajo remoto y turismo global.
  • Introdujo el programa de “Golden Visa” para atraer millonarios extranjeros.

El resultado fue espectacular… y devastador:

  • Los hoteles en Lisboa se triplicaron desde 2010.
  • Los alquileres turísticos tipo Airbnb colonizaron barrios enteros.
  • Miles de viviendas desaparecieron del mercado residencial.

Hoy se estima que hay más de 700.000 viviendas vacías en Portugal, y 150.000 solo en Lisboa, muchas dedicadas al turismo o la especulación.

Los millones que llegaron… y los portugueses que se fueron

El programa Golden Visa, lanzado en 2012, fue diseñado para atraer capital extranjero mediante la compra de propiedades.
Más del 90% de las residencias otorgadas están vinculadas a inversiones inmobiliarias, por un valor total de 6.000 millones de euros.

Aunque estas operaciones representan menos del 3% de las transacciones totales, su impacto psicológico y especulativo ha sido enorme:
los precios de las viviendas de lujo se dispararon y arrasaron con el mercado medio.

Y como otros países —España, Grecia o Malta— restringieron o eliminaron sus propios programas, Portugal se convirtió en el último refugio dorado del ladrillo europeo.

Una economía dependiente del ladrillo extranjero

Hoy, la inversión foránea equivale al 69% del PIB portugués, una cifra inédita en Europa Occidental.
Pero esa dependencia tiene consecuencias:

  • La economía se vincula peligrosamente a la especulación inmobiliaria.
  • Los precios suben más rápido que los salarios.
  • Los portugueses pierden poder adquisitivo y acceso a la vivienda en su propio país.

El fenómeno recuerda al de ciudades como Barcelona o Ámsterdam, pero con un agravante:
Portugal carece de mecanismos regulatorios eficaces y su mercado laboral sigue entre los más precarios del continente.

El espejismo de la prosperidad

A primera vista, el auge inmobiliario ha traído riqueza, inversión y turismo récord.
Pero debajo del brillo de Lisboa y Oporto, crece una fractura social profunda:

  • Los jóvenes emigran.
  • Las familias son expulsadas de los centros urbanos.
  • Y el país se vuelve dependiente de un modelo que enriquece a pocos y excluye a muchos.

Portugal, que hace una década fue el alumno modelo del sur de Europa, hoy paga el precio de su propio éxito turístico.

El precio del sol portugués

La crisis de vivienda en Portugal no es un accidente, sino el resultado de una estrategia económica basada en atraer inversión, turismo y capital extranjero sin proteger a sus ciudadanos.

El país se convirtió en una marca global de calidad de vida, pero sus habitantes ya no pueden permitírsela.
Y mientras Lisboa encabeza el ranking de las ciudades menos asequibles de Europa, el gobierno enfrenta un dilema que resume toda la tragedia:

¿Cómo salvar a la población sin espantar al dinero que sostiene la economía?

Portugal, el país del sol y la saudade, enfrenta ahora su sombra más oscura:
una crisis habitacional que amenaza con devorar el modelo de éxito que lo hizo brillar.

La paradoja portuguesa

El caso portugués muestra cómo un país puede morir de éxito.
Su apertura económica y su atractivo turístico convirtieron su costa en un imán global… pero a costa de expulsar a su propia gente.

El reto será reconstruir un modelo de vivienda sostenible sin matar la gallina de los huevos de oro.
Porque si algo enseña Portugal hoy a Europa, es que el turismo puede llenar las calles, pero vaciar los hogares.