Del esplendor al estancamiento
Durante más de tres siglos, el London Stock Exchange (LSE) fue sinónimo de poder económico.
Desde la Revolución Industrial hasta la era Thatcher, Londres fue el corazón financiero del planeta, un lugar donde nacían imperios corporativos.
Pero esa gloria parece haber quedado atrás.
En 2006, las salidas a bolsa recaudaron más de 50.000 millones de dólares. En 2025, en cambio, la situación es desoladora:
El primer semestre de 2025 fue el peor para las IPOs desde 1998, con una caída del 69% en la recaudación.
El número total de compañías cotizadas se ha reducido en un 40% desde 2008, y el Reino Unido ha salido del top 20 global de mercados de OPV.
Una cifra que resume el declive de una plaza que, hasta hace poco, rivalizaba con Wall Street.
El principio del fin: del “Big Bang” a la Gran Crisis
El LSE fue durante siglos un club cerrado, hasta que las reformas de los años 80 lo transformaron en una potencia global.
La desregulación financiera y la privatización masiva lo convirtieron en el centro del capitalismo moderno.
Sin embargo, el golpe llegó en 2008, cuando el colapso bancario internacional hundió la confianza en los mercados.
Desde entonces, las crisis, la volatilidad y el Brexit han erosionado su atractivo.
Cada recesión —1992, 2003, 2009 y ahora 2025— golpeó con fuerza, pero esta última es distinta:
“Ya no es solo una mala racha cíclica. Es un problema estructural. Londres ha dejado de ser la primera opción para salir a bolsa.”
El baño que se vació: la metáfora perfecta
Imagina la Bolsa como una bañera.
Las nuevas empresas que cotizan (IPOs) son los patitos de goma que entran al agua, y las compañías que se retiran son las que se van por el desagüe.
El problema: el agua —la liquidez— se está yendo.
- Cada vez menos empresas entran.
- Cada vez más se van o son adquiridas por extranjeros.
- Y los inversores británicos han dejado de llenar la bañera.
Durante dos décadas, las empresas británicas han cotizado con descuentos del 30 al 35% respecto a sus pares internacionales.
Esto ha convertido a muchas en objetivos de compra barata para fondos estadounidenses o europeos.
El resultado: un círculo vicioso donde la falta de liquidez espanta nuevas cotizaciones, y la falta de cotizaciones reduce aún más la liquidez.
El éxodo hacia Nueva York
En la última década, Nueva York ha absorbido buena parte del talento y del capital británico.
Entre las fugas más notorias:
- Arm Holdings, la joya tecnológica británica, eligió cotizar en el Nasdaq.
- AstraZeneca, el gigante farmacéutico, planea hacer lo mismo.
- Flutter, Wise, CRH, Ferguson y otras firmas también han migrado.
¿La razón?
En Estados Unidos, las compañías logran valoraciones un 20-30% más altas, los ejecutivos reciben mejor remuneración, y el mercado ofrece mayor liquidez y visibilidad internacional.
Como resumió un gestor londinense:
“Listar en Nueva York hoy no es una decisión ambiciosa. Es una decisión racional.”
Brexit, impuestos y burocracia: la tormenta perfecta
El Brexit fue el primer golpe.
El segundo, la inestabilidad política: tres primeros ministros en un solo año y reformas económicas erráticas minaron la confianza inversora.
A eso se suman obstáculos técnicos y fiscales:
- El Reino Unido cobra un 0,5% de “stamp duty” por transacción bursátil, el más alto del mundo desarrollado.
- Los requisitos regulatorios son estrictos y costosos, disuadiendo a empresas medianas.
- La complejidad administrativa consume más tiempo en cumplimiento que en gestión real.
Y mientras tanto, los mercados privados y fondos de capital riesgo han florecido, ofreciendo a las empresas financiación sin necesidad de cotizar.
El resultado: una bolsa cada vez más vacía y un país menos competitivo.
Intentos de reanimación
El gobierno británico y la Investment Association intentan revertir la tendencia:
- Se ha flexibilizado el pago a directivos para atraer y retener talento.
- Se revisan normas de cotización para simplificar el proceso de salida a bolsa.
- Y se estudian incentivos fiscales para que los fondos de pensiones vuelvan a invertir en empresas nacionales.
Sin embargo, las reformas llegan tarde y fragmentadas.
El LSE necesita más que parches: necesita una historia de éxito, un gran debut bursátil que devuelva la confianza.
Como señaló su directora ejecutiva:
“Tenemos brotes verdes, pero necesitamos árboles gigantes.”
Un prestigio que aún resiste
A pesar del pesimismo, Londres sigue siendo el mayor mercado de acciones de Europa y el segundo centro financiero mundial, solo detrás de Nueva York.
Posee una infraestructura financiera incomparable, una profunda base institucional y una reputación de transparencia y rigor.
El problema no es su historia, sino su futuro.
Sin empresas nuevas ni un entorno competitivo, la City corre el riesgo de convertirse en un museo financiero: brillante, histórico… y vacío.
La lección londinense
La caída del LSE refleja algo más grande: el declive de Europa como polo financiero global.
Mientras EE. UU. y Asia consolidan su dominio, las bolsas europeas —y especialmente Londres— pierden dinamismo, talento y atractivo internacional.
La City fue el laboratorio del capitalismo moderno. Hoy enfrenta su examen más duro:
¿Puede reinventarse o quedará atrapada en la nostalgia de su propio pasado?
Porque si algo demuestra la crisis del mercado londinense es que ni siquiera tres siglos de prestigio garantizan un futuro si el dinero decide mirar hacia otro lado.
