El dilema de un país demasiado estable para su propio bien

Suiza, el país que se volvió prisionero de su propia riqueza

La fortaleza del franco suizo ha convertido a Suiza en un refugio financiero mundial, pero su éxito ha traído consigo un problema inesperado: ser “demasiado rica”

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Suiza 24h

El país donde la riqueza se volvió un problema

Desde su fundación como Estado federal en 1848, Suiza ha sido sinónimo de estabilidad, neutralidad y prosperidad.
Su sistema político sólido, su banca discreta y su industria exportadora de precisión la han convertido en uno de los países más ricos y seguros del planeta.

Pero esa misma estabilidad ha generado un fenómeno curioso:
en tiempos de incertidumbre global, los inversores del mundo entero corren a comprar francos suizos (CHF), elevando su valor.
Y aunque eso parezca positivo, Suiza no quiere un franco demasiado fuerte, porque encarece sus exportaciones y empuja la economía hacia la deflación.

Para evitarlo, su banco central imprime miles de millones en francos y compra divisas extranjeras, acumulando reservas equivalentes a más de un billón de dólares.
Una política tan efectiva como peligrosa, que ha convertido a Suiza en víctima de su propio éxito.

Cuando todos quieren tus billetes

El franco suizo es una moneda de reserva internacional, igual que el dólar o el euro.
Esto significa que los bancos centrales del mundo lo guardan como activo seguro para tiempos de crisis.

Suiza cumple todos los requisitos:

  • Economía estable y predecible.
  • Banca ultraconfiable.
  • Moneda que nunca pierde valor.

Por eso, cuando el planeta tiembla, el dinero huye hacia los Alpes.
Pero tanta confianza global fortalece peligrosamente el franco, lo que reduce la competitividad de los productos suizos y amenaza con hundir los precios internos.

El resultado: una paradoja monetaria.
El país más rico del mundo lucha contra un enemigo invisible: su propia estabilidad.

El banco central que imprime para no morir de éxito

El Banco Nacional Suizo (BNS) lleva años librando una batalla silenciosa contra el exceso de confianza internacional.

Después de la crisis de 2008, sin poder usar gasto público por su “freno constitucional a la deuda”, el BNS encontró otra salida:
crear francos y comprar divisas extranjeras para debilitar su moneda.

Así, poco a poco, Suiza construyó una montaña de reservas internacionales que hoy supera su PIB completo.
En números concretos:

El BNS posee más de 1 billón de dólares en activos, incluidos 12.000 millones en acciones de Nvidia y más de 30.000 millones en Amazon, Apple, Meta y Microsoft.

En otras palabras, el banco central más conservador del planeta se ha convertido, sin querer, en uno de los mayores fondos tecnológicos del mundo.

Las consecuencias de ser demasiado perfecto

El éxito de esta estrategia no está exento de riesgos:

  1. Acusaciones de manipulación.
    Washington acusa a Suiza de “jugar con su moneda” para beneficiar sus exportaciones.
    La administración Trump incluso impuso aranceles del 39% al país alpino.
  2. Riesgo financiero.
    El portafolio del BNS depende del valor bursátil de gigantes tecnológicos.
    Una caída en Wall Street podría traducirse en pérdidas multimillonarias para el banco central.
  3. Trampa de liquidez.
    Si el BNS intentara vender esas reservas, el franco se dispararía.
    De hecho, durante la inflación post-pandemia, solo logró reducir su cartera un 20% antes de frenar las ventas.

Es un equilibrio precario: demasiado dinero, demasiado poder y ningún escape fácil.

El país donde la inflación no existe

Mientras Europa y Estados Unidos sufren para contener los precios, Suiza vive el problema inverso: la deflación.

  • La inflación ronda el 1% anual, e incluso fue negativa en mayo de 2024.
  • La industria manufacturera sigue siendo fuerte, equiparable a la alemana.
  • La deuda pública está estrictamente limitada por ley.

En otras palabras, el sistema funciona tan bien que su éxito amenaza con congelarlo.
El franco es tan confiable que nadie quiere deshacerse de él… y eso impide que la economía respire.

El precio de la perfección

Suiza vive atrapada en una paradoja:
su fortaleza económica, su disciplina fiscal y su reputación impecable han creado una prosperidad que se volvió imposible de manejar.

El Banco Nacional Suizo, símbolo de prudencia, se ve hoy forzado a imprimir dinero, comprar acciones tecnológicas y acumular billones para no ser víctima de su propia estabilidad.

Como ironiza un economista de Zúrich:

“Suiza no tiene una crisis económica. Tiene una crisis de credibilidad… por ser demasiado creíble.”

La paradoja suiza

La historia suiza demuestra que incluso la perfección puede volverse un problema.
Cuando un país es tan estable que el resto del mundo deposita en él su confianza —y su dinero—, esa confianza puede convertirse en una carga.

El desafío para los próximos años será mantener la prosperidad sin morir de éxito.
Porque en la cima de los Alpes financieros, ser demasiado rico también puede ser un riesgo.