El país que administró bien… quizá demasiado bien
Noruega es uno de los casos más citados de gestión ejemplar de recursos naturales.
Desde que descubrió petróleo en el Mar del Norte en los años 70, ha acumulado un fondo soberano superior a 1,6 billones de dólares, el mayor del mundo per cápita.
Este fondo —conocido como el Government Pension Fund Global— invierte la renta petrolera en activos internacionales, garantizando estabilidad y prosperidad para generaciones futuras.
Sin embargo, el éxito trae consigo nuevos dilemas.
En 2025, el libro “El país que se volvió demasiado rico” (Landet som ble for rikt), del exdirector de McKinsey Martin Beck Halter, se convirtió en el ensayo más vendido de Noruega, al plantear una pregunta incómoda:
¿ha convertido la riqueza petrolera a Noruega en un país complaciente, improductivo y dependiente del dinero fácil?
De la pobreza industrial al oro negro
Beck Halter divide la historia económica de Noruega en cinco capítulos.
- De 1905 a 1918:
La independencia del país y su rápida industrialización impulsada por inversión extranjera.
En apenas 13 años, la producción industrial creció más de un 6% anual, y Noruega escaló posiciones entre los países más ricos del mundo. - De 1918 a 1973:
El período de hiper intervención estatal.
Tras las guerras mundiales y dos crisis financieras —una en los años 20 y otra durante la Gran Depresión—, el Estado asumió un papel dominante.
Altos impuestos, precios controlados e inflación crónica marcaron la economía.
En 1973, Noruega era el cuarto país más pobre de la OCDE, solo por delante de Turquía, España, Portugal e Irlanda. - De 1973 a 1991:
La era del oro negro.
El descubrimiento de petróleo cambió todo.
El crudo pasó a representar 15% del PIB y 20% de la recaudación fiscal.
Pero, a diferencia de otros países, Noruega evitó el síndrome holandés mediante una decisión clave:
invertir los excedentes en el extranjero para evitar la apreciación de la corona y proteger su industria exportadora.
Al mismo tiempo, el país viró hacia políticas de mercado, privatizando, liberalizando el comercio y dotando de independencia al banco central.
- De 1990 a 2013:
El auge de la Noruega moderna.
El crecimiento fue equilibrado: no solo el petróleo, también la economía no petrolera mejoró drásticamente.
En 2013, incluso sin contar los ingresos del crudo, Noruega tenía el tercer PIB per cápita más alto de la OCDE, solo detrás de Suiza y Luxemburgo, y por encima de Estados Unidos, pese a que los noruegos trabajaban un 20% menos de horas.
Era la “edad dorada” de la prosperidad nórdica.
El giro desde 2013: la paradoja de la riqueza
El quinto capítulo —de 2013 hasta hoy— marca el cambio de ciclo.
Según Beck Halter, Noruega ha tocado techo y está entrando en un período de estancamiento estructural.
Los datos que presenta son preocupantes:
- El crecimiento de la productividad se ha detenido fuera del sector petrolero.
- El aumento real de los salarios ha caído del 3% anual al 0,2%.
- La corona noruega se ha depreciado un 50% desde 2013.
- La deuda de los hogares equivale al 220% de su ingreso disponible, la más alta de la OCDE.
- El gasto público ha pasado del 50% al 60% del PIB.
A pesar de este gasto, los resultados no acompañan:
- Los servicios de salud no mejoran pese al aumento del personal.
- La educación rinde por debajo de la media de la OCDE, a pesar de un gasto 50% superior al promedio internacional.
- Las empresas poco rentables sobreviven gracias a subsidios y protecciones, reduciendo la competencia y la innovación.
En resumen, Beck Halter sostiene que la abundancia petrolera ha creado una economía adormecida, donde ni el Estado ni los ciudadanos sienten la presión de innovar o arriesgar.
Una sociedad que confía demasiado en su fondo soberano
El autor apunta a un problema psicológico y político:
la creencia de que el Fondo del Petróleo puede resolverlo todo.
Según él, esto ha generado una cultura de dependencia tanto en el sector público como en el privado.
- Los votantes rechazan cualquier recorte o reforma impopular.
- Los políticos evitan decisiones difíciles, confiando en que “siempre habrá dinero”.
- Y las familias asumen más deuda, creyendo que la seguridad del Estado nunca fallará.
Beck Halter resume el fenómeno como una “trampa de la riqueza”:
cuando la prosperidad sostenida reduce la urgencia de mejorar.
Críticas y debate: ¿una visión demasiado pesimista?
No todos comparten este diagnóstico.
Varios economistas y académicos noruegos cuestionan los datos de Beck Halter, argumentando que usa fuentes alternativas (como el Maddison Project) que exageran la desaceleración.
Además, señalan que otros países ricos enfrentan problemas similares:
baja productividad, envejecimiento demográfico y desafección política.
Por tanto, culpar exclusivamente al petróleo sería simplificar en exceso.
Desde la izquierda, algunos acusan al autor de encubrir un discurso neoliberal, usando el argumento de la “eficiencia” para promover recortes sociales y menos regulación.
Otros, sin embargo, reconocen que su libro ha abierto un debate incómodo pero necesario sobre el rumbo de la economía noruega.
El espejo del éxito: cuando la prosperidad se convierte en freno
La tesis de fondo del libro plantea una reflexión universal:
el éxito económico puede volverse su propio enemigo.
La misma riqueza que permitió a Noruega construir un modelo social ejemplar, hoy amenaza con volverlo inmóvil.
Si el país quiere mantener su liderazgo, deberá diversificar su economía, fomentar la innovación empresarial y reducir la dependencia psicológica del petróleo.
La pregunta no es si Noruega es demasiado rica, sino si sabrá seguir siendo inteligente en el uso de su riqueza.
Como escribió un columnista de Aftenposten:
“La fortuna de Noruega no está en su fondo soberano, sino en su capacidad para no dormirse sobre él.”
