España acelera su independencia energética

La red de gas española dice estar lista para adelantar el veto al GNL ruso: ¿una victoria estratégica o un salto al vacío?

El Gobierno y Enagás aseguran que España puede prescindir antes de 2028 del gas natural licuado ruso, pero expertos advierten que la velocidad del corte puede costar caro a la industria y al consumidor.

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Gas español 24h

España vuelve a presentarse como líder de la autonomía energética europea. El presidente ejecutivo de Enagás, Arturo Gonzalo Aizpiri, afirmó esta semana que la red gasista nacional “está lista para asumir un veto anticipado al gas natural licuado ruso”, incluso antes de 2028, la fecha fijada por Bruselas (Reuters, 2025). La declaración fue celebrada como un logro de independencia y previsión, aunque detrás del entusiasmo se esconde una pregunta más compleja: ¿puede España realmente sostener ese salto sin pagar un precio económico y social elevado?

El corte total del suministro ruso, directo o indirecto, marcaría un hito simbólico en la política energética europea. Sin embargo, el camino hacia la autonomía está plagado de contradicciones: dependencia de nuevos proveedores, costes crecientes y una transición energética que todavía no logra estabilizar los precios.

El contexto europeo: del gas ruso al gas de cualquiera

Desde la invasión de Ucrania en 2022, la Unión Europea ha tratado de reducir su dependencia energética de Rusia, que llegó a representar más del 40 % del gas consumido en el continente (Comisión Europea, 2024). Las sanciones, los vetos parciales y el cierre del gasoducto Nord Stream transformaron el mercado energético europeo de forma radical.

España emergió como un actor clave en la nueva geografía del gas. Con seis plantas regasificadoras y una séptima en proyecto, posee el 30 % de la capacidad total de regasificación de la UE (Enagás, 2024). Esa infraestructura la convierte en un punto de entrada estratégico para el gas natural licuado (GNL) procedente de Argelia, Estados Unidos, Nigeria y Qatar.

El problema, sin embargo, es que el GNL ruso sigue llegando. Aunque Rusia ha perdido su posición dominante, mantiene cerca del 15 % del mercado europeo mediante exportaciones marítimas. En 2024, España importó más de 5.000 millones de metros cúbicos de GNL ruso, principalmente a través de los puertos de Bilbao y Mugardos (IEA, 2024).

El anuncio de Enagás: poder o discurso

La afirmación de Aizpiri sobre la capacidad de España para anticipar el veto fue recibida como un mensaje de fortaleza nacional. Según Enagás (2024), la red gasista “dispone de la infraestructura necesaria para sustituir completamente el suministro ruso por otras fuentes”, gracias a los acuerdos de importación con Estados Unidos, Argelia y varios países africanos.

Sin embargo, los analistas advierten que la cuestión no es técnica, sino económica. Sustituir el gas ruso implica recurrir a fuentes más caras y menos estables. Los contratos de GNL norteamericano y catarí se cotizan con una prima del 10 al 15 % sobre el precio promedio del gas ruso, lo que podría elevar el coste final para las industrias intensivas en energía, como la cerámica, el acero o la química (Expansión, 2025).

Además, el gas natural licuado requiere transporte marítimo y regasificación, procesos que aumentan la huella de carbono y reducen la competitividad climática del producto. En otras palabras, España puede sustituir a Rusia, pero no sin pagar un peaje económico y ambiental.

La paradoja española: líder en regasificación, dependiente en precios

España es una potencia en infraestructuras, pero no en soberanía energética. Aunque puede recibir gas de múltiples orígenes, sigue sin disponer de interconexiones suficientes con el resto de Europa. El MidCat, el gasoducto proyectado para conectar la península con Francia, fue cancelado en 2019 por falta de consenso político y rentabilidad. Su sustituto, el proyecto BarMar (o H2Med), sigue en fase de estudio y tardará años en estar operativo (Ministerio para la Transición Ecológica, 2024).

Esto convierte a España en una especie de “isla energética”: rica en capacidad de entrada, pero pobre en capacidad de exportación. La paradoja es que el país puede recibir más gas del que necesita, pero no puede usarlo como palanca de influencia europea.

Según la analista energética Natalia Fabra (2024), “España podría ser el gran hub del gas y el hidrógeno en Europa, pero su papel actual es el de un almacén desconectado”. Esta desconexión limita su margen político en Bruselas y su capacidad para transformar su poder energético en poder económico.

La transición energética en pausa

El anuncio de Enagás llega en un momento de fatiga política y social con la transición energética. Los precios de la electricidad siguen siendo de los más altos de Europa y la inflación energética ha golpeado el poder adquisitivo de los hogares españoles. El Gobierno defiende que el esfuerzo es temporal y necesario, pero las encuestas muestran un creciente escepticismo ciudadano hacia las políticas verdes (Eurobarómetro, 2024).

Anticipar el veto al gas ruso podría reforzar el discurso de independencia, aunque también reactivar el debate sobre el coste real de la transición. Si los precios del gas aumentan o si las importaciones desde otros países generan nuevas dependencias, el relato de la soberanía podría transformarse en un boomerang político.

Además, la revolución del hidrógeno verde, pilar de la estrategia energética española, aún no ha pasado de la fase de proyectos. El hidrógeno representa menos del 0,2 % del consumo energético total, y su producción sigue dependiendo de subsidios y costes elevados (IEA, 2024).

Europa y el espejismo de la independencia

La iniciativa española coincide con un impulso europeo por acelerar el desacoplamiento energético de Rusia, pero los resultados son ambiguos. Alemania, el país más afectado por el corte del gas ruso, ha diversificado su suministro mediante plantas flotantes de GNL y contratos con Noruega, aunque a costa de un fuerte incremento de precios industriales.

Francia, por su parte, mantiene una posición ambivalente. A pesar de sus ambiciones nucleares, sigue importando gas ruso licuado a través del puerto de Dunkerque (Baverez, 2023). En este contexto, la postura española parece tanto un gesto político como una estrategia económica. Ser el primero en cortar puede dar prestigio, pero también vulnerabilidad.

El economista Jean Pisani-Ferry (2022) lo advirtió hace tiempo: “La transición energética solo será sostenible si es económicamente viable. De lo contrario, los ciudadanos se rebelarán antes de que el clima cambie”. Si los costes industriales y domésticos aumentan, el discurso de la independencia podría convertirse en el nuevo campo de batalla social europeo.

Seguridad energética o ilusión moral

El entusiasmo por el veto anticipado encierra una tensión moral. Europa busca purificar su matriz energética eliminando el gas ruso, pero esa limpieza ética no equivale a independencia real. Sustituir Rusia por Qatar o Estados Unidos no elimina la dependencia, solo la traslada.

Como apunta el investigador Daniel Yergin (2023), “la seguridad energética no es un estado permanente, sino una ecuación dinámica entre precio, política y geografía”. España puede sentirse más libre al cortar con Moscú, pero seguirá atada a los mercados globales y a sus fluctuaciones.

Además, la infraestructura española, aunque moderna, no garantiza inmunidad ante crisis globales. En 2022, una interrupción en los suministros argelinos por tensiones diplomáticas elevó un 30 % los precios del gas en apenas dos semanas (Banco de España, 2023). La diversificación es un avance, pero no una armadura.

El papel geopolítico de España

Más allá de la economía, el movimiento tiene implicaciones estratégicas. Al presentarse como pionera del veto, España refuerza su imagen de aliado confiable de la UE y la OTAN, y gana visibilidad en la arquitectura energética del continente. Sin embargo, este liderazgo simbólico podría debilitar su competitividad si no se acompaña de medidas de apoyo a la industria nacional.

El desafío es evitar que la independencia energética se convierta en aislamiento económico. Si los precios se disparan o las empresas trasladan su producción a países con energía más barata, el gesto político perderá legitimidad.

El analista Xavier Vives (2024) resume el dilema con claridad: “La autonomía estratégica es deseable, pero no puede basarse en el sacrificio económico permanente. La independencia no vale de nada si empobrece al país que la persigue.”

Conclusión: independencia a cualquier precio

El anuncio de Enagás refleja tanto la ambición como la fragilidad del modelo energético español. España ha logrado lo que pocos países europeos: capacidad técnica, infraestructuras modernas y diversificación de proveedores. Pero la verdadera independencia no se mide solo en gasoductos o terminales, sino en la capacidad de mantener precios competitivos, asegurar el suministro y sostener el apoyo social a largo plazo.

Adelantar el veto al gas ruso puede ser un gesto de liderazgo moral, aunque la historia energética europea demuestra que la velocidad sin planificación conduce al desequilibrio. España está lista para cortar el lazo con Moscú, pero la pregunta es si su economía está preparada para asumir el coste.

En política energética, como en la economía real, la virtud sin prudencia puede salir muy cara.

Referencias

Banco de España. (2023). Informe Anual 2023: Mercados Energéticos y Política Monetaria. Madrid: Banco de España.

Baverez, N. (2023). La decadencia moral de Europa. París: Fayard.

Comisión Europea. (2024). EU Energy Security and Dependence Report 2024. Bruselas: Comisión Europea.

Enagás. (2024). Informe de Sostenibilidad y Seguridad Energética 2024. Madrid: Enagás.

Eurobarómetro. (2024). Public Opinion in the European Union: Energy and Climate. Bruselas: Comisión Europea.

Expansión. (2025). “España acelera el fin del gas ruso: impacto industrial y costes ocultos”. Expansión Economía.

Fabra, N. (2024). España, líder desconectado: los retos de la transición energética. Universidad Carlos III de Madrid.

IEA. (2024). Global Gas Market Outlook 2024–2030. París: International Energy Agency.

Ministerio para la Transición Ecológica. (2024). Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2024–2030. Madrid: Gobierno de España.

Pisani-Ferry, J. (2022). The Green Transition and Europe’s Economic Future. Bruegel Policy Paper.

Reuters. (2025). Spain’s gas network ready for faster Russian LNG ban, CEO says. Recuperado de reuters.com

Vives, X. (2024). Competencia y soberanía industrial en Europa. IESE Insight, Barcelona.

Yergin, D. (2023). The New Map: Energy, Climate, and the Clash of Nations. Penguin Press.