Una nueva alianza euroárabe toma forma en medio del caos global

Europa y el Golfo: el renacer de una alianza estratégica que desafía al viejo orden mundial

La Unión Europea y los estados del Golfo estrechan lazos políticos y económicos en un contexto de tensiones geopolíticas, guerras comerciales y declive del orden estadounidense

Arabia Saudí
Arabia Saudí 24h

De la desconfianza al pragmatismo: un nuevo comienzo en 2024

Lo que durante décadas fue una relación diplomática estancada entre la Unión Europea (UE) y los Estados árabes del Golfo Pérsico ha experimentado en los últimos años una transformación profunda y acelerada.
El primer encuentro conjunto entre la UE y el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) en 2024 marcó un punto de inflexión histórico, abriendo una etapa de cooperación sin precedentes en comercio, energía, diplomacia y seguridad regional.

La iniciativa llegó tras la intensificación de las guerras comerciales impulsadas por el entonces presidente estadounidense Donald Trump, que alteraron los flujos económicos globales.
Frente a ese contexto de incertidumbre, Bruselas y las capitales del Golfo —Riad, Abu Dabi, Doha y Kuwait— decidieron reactivar un vínculo olvidado desde que las negociaciones por un acuerdo de libre comercio se suspendieran en 2008.

En abril de 2024, la UE y Emiratos Árabes Unidos (EAU) lanzaron oficialmente conversaciones para un tratado bilateral de libre comercio, el primero de su tipo entre ambas regiones en casi dos décadas.
Ese mismo año, Francia y Arabia Saudí copresidieron una conferencia de la ONU sobre la solución de los dos Estados en el conflicto palestino-israelí, un gesto que confirmó el nuevo papel diplomático conjunto euroárabe.

Un pasado de desencuentros y un presente de necesidad mutua

La historia entre la UE y el CCG no siempre fue prometedora.
El Acuerdo de Cooperación de 1989 estableció un marco formal para el diálogo económico, ambiental y científico, pero las diferencias estructurales —una UE supranacional frente a un CCG intergubernamental— dificultaron la integración real.
En los años 2000, las tensiones sobre derechos humanos y estándares laborales bloquearon los avances en materia comercial.

Pero el contexto actual es otro.
Europa, tras reducir su dependencia del gas ruso por la guerra en Ucrania, busca socios energéticos más estables, mientras que los estados del Golfo pretenden diversificar sus economías ante la inevitable transición post-petróleo.
El resultado es un pragmatismo compartido, donde los valores se subordinan a los intereses estratégicos.

El éxito diplomático de la COP28 en Dubái (2023), presidida por Emiratos, sirvió como catalizador: la cooperación en energía limpia y cambio climático reabrió canales diplomáticos congelados durante años.
El lanzamiento del Corredor Económico India–Medio Oriente–Europa (IMEC), acordado en el G20 y respaldado tanto por Bruselas como por las monarquías del Golfo, reforzó el mensaje de integración euro árabe frente al ascenso chino.

Intereses cruzados: comercio, energía y seguridad

El primer motor de este acercamiento es económico y comercial.
La UE aspira a recuperar su posición como principal socio comercial del Golfo, desplazada por China e India, que hoy dominan el comercio con cuatro de los seis países del CCG.

Según el Instituto Europeo de Estudios de Seguridad (EUISS), solo Baréin mantiene a la UE como su principal socio comercial, mientras que China ocupa el primer lugar en Arabia Saudí, Catar, EAU y Omán.
En cambio, Bruselas conserva influencia en Kuwait y Arabia Saudí, donde sigue siendo el segundo socio más relevante.

Para Europa, estrechar lazos con el Golfo es también una manera de amortiguar los efectos de la guerra comercial global y compensar la pérdida de suministros rusos de gas y petróleo.
Para los países árabes, la UE representa un socio económico estable, con tecnología avanzada y regulación confiable, además de una puerta al mercado de más de 450 millones de consumidores.

Las empresas europeas están desembarcando con fuerza: más de 2.500 compañías de la UE operan hoy en Arabia Saudí en sectores clave como energías renovables, infraestructuras, digitalización y tecnologías verdes.

La política del olvido: derechos humanos bajo la alfombra

Uno de los aspectos más polémicos de este acercamiento es la relajación del discurso europeo sobre derechos humanos.
La UE, tradicionalmente crítica con las violaciones sistemáticas de derechos fundamentales en el Golfo, parece ahora dispuesta a mirar hacia otro lado a cambio de estabilidad económica y energética.

Arabia Saudí ejecutó al menos 241 personas en 2024, el mayor número en su historia reciente; Baréin mantiene una de las tasas policiales más altas del mundo, y en los Emiratos aún se practican juicios masivos sin garantías procesales.
Las restricciones a la libertad de las mujeres, que en algunos países necesitan permiso de un tutor masculino para viajar, siguen vigentes.

A pesar de todo, la UE ha optado por la cooperación antes que la confrontación, priorizando los acuerdos de inversión sobre los compromisos éticos.
Para muchos observadores, esto revela una “realpolitik europea” que busca contrarrestar el peso de China y Rusia en la región incluso a costa de su propia narrativa moral.

El auge del multilateralismo y el fin de las certezas

El tercer factor clave es el cambio del orden mundial.
Con Estados Unidos replegándose de su papel tradicional de garante del equilibrio global, tanto Europa como los estados del Golfo buscan diversificar sus alianzas y fortalecer su autonomía estratégica.

En palabras del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell,

“Vivimos en un mundo multipolar. Ya no basta con mirar a Washington para resolver los desafíos globales.”

El auge del multilateralismo regional —foros, cumbres y corredores económicos transcontinentales— permite a Bruselas y a las monarquías del Golfo redefinir sus roles sin depender completamente de Estados Unidos.
Este giro estratégico también responde a la creciente influencia de China, que ha mediado acuerdos históricos como la reconciliación entre Arabia Saudí e Irán en 2023.

En este nuevo tablero, la alianza euro árabe no solo busca estabilidad energética o comercial, sino también influencia política global.
El objetivo a medio plazo es convertirse en un eje alternativo dentro del mundo multipolar, capaz de actuar como mediador entre Occidente, Asia y África.

Conclusión: una relación pragmática en tiempos inciertos

El acercamiento entre la Unión Europea y el Golfo no es un gesto romántico, sino una alianza de conveniencia en una era de incertidumbre global.
Europa necesita energía, inversión y acceso a mercados; el Golfo necesita tecnología, legitimidad y diversificación económica.

Ambas partes parecen haber aprendido que la moral no paga las facturas y que la cooperación pragmática puede ser más rentable que la confrontación ideológica.
Pero este nuevo entendimiento plantea una pregunta inevitable:
¿puede Europa mantener su autoridad moral mientras firma acuerdos con regímenes autoritarios?

Por ahora, Bruselas ha optado por la estabilidad antes que la pureza política, y los Petro estados del Golfo han aprovechado el momento para afirmarse como socios estratégicos en el nuevo orden global.

La historia dirá si este renacer euro árabe es una alianza sostenible o simplemente una tregua temporal en un mundo que cambia demasiado rápido.