Por primera vez en años, un alto responsable europeo ha dicho en voz alta lo que muchos gobiernos piensan en silencio. Joachim Nagel, presidente de la Deutsche Bundesbank, pidió esta semana que Europa adopte una postura “más firme y estratégica” ante China, cuyo dominio industrial y tecnológico amenaza con erosionar el tejido productivo europeo (Reuters, 2025). El mensaje, lanzado desde una institución que simboliza la disciplina económica alemana, suena a ruptura con décadas de complacencia diplomática.
Europa, que durante años consideró a China un socio comercial esencial, empieza ahora a verla como un competidor sistémico. Pero la transición de la dependencia al enfrentamiento no será fácil. El Viejo Continente necesita las baterías, los paneles solares y las tierras raras que fabrica o controla Pekín. Al mismo tiempo, los líderes europeos se enfrentan a una presión creciente por proteger el empleo, la industria y la autonomía estratégica. La pregunta es si este giro llega a tiempo o si Europa, una vez más, reacciona cuando ya es tarde.
De la globalización ingenua al realismo geoeconómico
La estrategia comercial europea nació bajo una premisa ingenua: abrir los mercados traería convergencia política. Durante años, Bruselas apostó por la integración comercial con China confiando en que el desarrollo económico acabaría empujando a Pekín hacia modelos más abiertos y democráticos. Pero ocurrió lo contrario. Mientras Europa desindustrializaba regiones enteras, China consolidaba un capitalismo de Estado con fuerte apoyo público y control tecnológico.
Según datos de Eurostat (2024), el déficit comercial de la UE con China superó los 420.000 millones de euros en 2023, la cifra más alta de su historia. El 60 % de los paneles solares, el 80 % de las baterías de litio y más del 90 % de las tierras raras críticas para la transición energética proceden directa o indirectamente del gigante asiático (Comisión Europea, 2024). Europa depende de China no solo como proveedor, sino como infraestructura industrial global.
Esta dependencia es la que Nagel puso en el centro del debate: “Europa debe reducir su vulnerabilidad estratégica y dejar de considerar la competencia desleal como un daño colateral del libre comercio” (Nagel, citado en Reuters, 2025). En otras palabras, Europa ya no puede permitirse ser virtuosa y débil al mismo tiempo.
El caso español: atracción y dependencia
España vive este dilema con una intensidad particular. El país aspira a consolidarse como centro industrial del sur de Europa, pero buena parte de su futuro depende de inversores chinos. Esta misma semana, la automovilística BYD confirmó que España es la favorita para albergar su tercera planta europea de vehículos eléctricos (Reuters, 2025b). El anuncio fue recibido con entusiasmo por el Gobierno, que lo presentó como una victoria de la “reindustrialización verde”.
Sin embargo, la paradoja es evidente: España celebra inversiones que consolidan la dependencia de Europa respecto a China. La tecnología, las baterías y la cadena de suministro siguen controladas por empresas estatales chinas, mientras los gobiernos europeos financian parte de sus infraestructuras con fondos comunitarios. En términos geopolíticos, esto equivale a subvencionar la influencia extranjera.
El economista Xavier Vives (2024) advierte que “la inversión extranjera directa es positiva solo si se traduce en transferencia tecnológica y autonomía productiva. Si no, se convierte en una cesión de soberanía industrial”. En ese sentido, España corre el riesgo de convertirse en un satélite productivo dentro de la estrategia china de expansión energética y automotriz.
Bruselas entre la espada y el mercado
Bruselas intenta ahora rearmar su política comercial, pero la tarea es delicada. La Unión Europea depende de China para su transición energética, al tiempo que busca competir en los mismos sectores que Pekín domina. En 2024, la Comisión abrió una investigación formal contra los subsidios a fabricantes chinos de vehículos eléctricos, alegando “competencia desleal” y “distorsión del mercado europeo” (Comisión Europea, 2024).
Sin embargo, cualquier sanción o arancel puede tener efectos contraproducentes. China podría responder restringiendo exportaciones estratégicas, como el grafito o las tierras raras, lo que encarecería de inmediato la producción europea de coches eléctricos, aerogeneradores y semiconductores.
Además, varios países del sur de Europa, entre ellos España, Italia y Grecia, temen que una política comercial demasiado agresiva ponga en riesgo las inversiones chinas que sostienen sectores clave de sus economías (Baverez, 2023). La UE se enfrenta así a una ecuación imposible: ser dura sin romper, autónoma sin renunciar al mercado chino y competitiva sin aumentar la brecha interna entre el norte industrial y el sur dependiente.
El giro alemán: del pragmatismo a la contención
Alemania es el epicentro de este cambio de tono. Durante años, la economía alemana prosperó gracias a su modelo exportador basado en la cooperación con China. Volkswagen, BASF y Siemens se expandieron en el mercado chino mientras Berlín evitaba cualquier crítica política a Pekín.
Pero la guerra en Ucrania y la creciente rivalidad tecnológica han cambiado la ecuación. En 2023, el Gobierno alemán publicó su Estrategia Nacional hacia China, un documento que, por primera vez, describía al país asiático como “competidor sistémico” y no como “socio estratégico” (Gobierno Federal de Alemania, 2023).
Nagel, como voz de la Bundesbank, solo ha llevado esa lógica a sus consecuencias naturales: si China compite sin reglas, Europa debe dejar de jugar con las manos atadas. Sin embargo, el problema es que Alemania depende de China tanto como el resto de Europa. Un 12 % de sus exportaciones y más del 40 % de las importaciones de componentes tecnológicos proceden de Pekín (BCE, 2024).
El dilema alemán es el dilema europeo: ¿cómo defender los valores y la autonomía sin hundir la competitividad?
El espejismo de la autonomía estratégica
El concepto de “autonomía estratégica europea”, impulsado por Emmanuel Macron, suena cada vez más a eslogan que a plan. Europa no puede competir tecnológicamente con Estados Unidos ni industrialmente con China mientras mantenga un modelo burocrático y fragmentado. Las políticas industriales verdes, presentadas como solución, han aumentado la dependencia de subsidios y el déficit público sin generar competitividad real (Pisani-Ferry, 2022).
Como señala el analista francés Jean-Michel Quatrepoint (2024), “Europa está atrapada entre su moralismo y su impotencia: quiere liderar el mundo en valores, pero no produce los bienes que esos valores necesitan”. La consecuencia es una economía más regulada, más cara y menos capaz de competir en los mercados globales.
España es un ejemplo de esta contradicción. Mientras la UE financia proyectos ecológicos a través del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, las importaciones de tecnología y componentes chinos se han disparado un 37 % en dos años (INE, 2024). El discurso de la independencia energética contrasta con una realidad de dependencia manufacturera.
Conclusión: firmeza o irrelevancia
Europa se encuentra ante un punto de inflexión histórico. Seguir siendo el alumno ejemplar del libre comercio mientras China practica capitalismo de Estado es una estrategia condenada al fracaso. La llamada de Nagel no es un capricho alemán: es una advertencia sobre el futuro económico de todo el continente.
España, por su parte, debe decidir si quiere ser una plataforma de ensamblaje para intereses extranjeros o un país que use la inversión exterior para recuperar autonomía industrial. En ambos casos, el tiempo juega en contra.
Como recordaba el historiador económico Niall Ferguson (2022), “las civilizaciones no colapsan por exceso de enemigos, sino por falta de instinto de supervivencia”. Si Europa no recupera ese instinto (la voluntad de proteger su base productiva y su soberanía económica), su destino no será la derrota, sino la irrelevancia consentida.
Referencias
Banco Central Europeo (BCE). (2024). Trade and Competitiveness in the Euro Area. Frankfurt: BCE.
Baverez, N. (2023). La decadencia moral de Europa. París: Fayard.
Comisión Europea. (2024). EU-China Trade Balance Report 2024. Bruselas: Comisión Europea.
Gobierno Federal de Alemania. (2023). Estrategia Nacional hacia China. Berlín: Ministerio Federal de Asuntos Exteriores.
Instituto Nacional de Estadística (INE). (2024). Datos de comercio exterior de España 2024. Madrid: INE.
Pisani-Ferry, J. (2022). The Green Transition and Europe’s Economic Future. Bruegel Policy Paper.
Quatrepoint, J.-M. (2024). L’Europe face à la désindustrialisation. París: Gallimard.
Reuters. (2025). Europe must be tougher on China trade, Bundesbank chief says. Recuperado de reuters.com
Reuters. (2025b). Spain the frontrunner for Chinese carmaker BYD’s third European plant, sources say. Recuperado de reuters.com
Vives, X. (2024). Competencia y soberanía industrial en Europa. IESE Insight, Barcelona.
