El gigante despierta, pero aún tropieza con sus propias cadenas

¿Qué tan fuerte es realmente la economía de la India?

India tiene todos los ingredientes para liderar la economía del siglo XXI —población joven, industria en expansión y capital humano—, pero enfrenta obstáculos estructurales que amenazan con frenar su ascenso

Animal nacional de la India
Animal nacional de la India 24h

El país con más potencial del mundo

Pocos países combinan tantas ventajas estratégicas como India.
Con más de 1.400 millones de habitantes, una posición geográfica clave entre Asia y Oriente Medio, vastas tierras agrícolas, una fuerza laboral joven y de habla inglesa y una base industrial en crecimiento, el país parece destinado a convertirse en una superpotencia económica global.

Además, el cambio en el equilibrio geopolítico mundial —y especialmente la pérdida de confianza de Occidente en China— ha convertido a India en una alternativa cada vez más atractiva para la inversión extranjera.

A medida que China se enfrenta a tensiones internas, envejecimiento poblacional y desconfianza de los mercados por la intervención estatal, India se presenta como el nuevo gran socio del siglo XXI: democrático, joven y dispuesto a crecer.

Sin embargo, su potencial no se traduce automáticamente en prosperidad.
A pesar de avances notables, India no ha logrado aún aprovechar plenamente sus ventajas estructurales, y sus debilidades internas amenazan con frenar su ascenso antes de alcanzar la cumbre.

Una década de expansión: el salto industrial indio

En los últimos diez años, el PIB de India se ha duplicado.
El país se ha consolidado como una alternativa manufacturera a China, especialmente en industrias donde la mano de obra barata y abundante es la ventaja competitiva principal.

El fenómeno se conoce como el “China+1”, una estrategia empresarial que busca diversificar la producción fuera del gigante asiático.
Gracias a unos salarios mucho más bajos y una población dispuesta a trabajar en sectores intensivos en mano de obra, India ha absorbido parte de esa relocalización industrial.

Sin embargo, no está sola en esa carrera: Vietnam, Tailandia, Malasia y Bangladesh también compiten ferozmente por atraer esas fábricas.
La ventaja india radica en su escala demográfica y su dominio del inglés, lo que le permite no solo fabricar, sino también ofrecer servicios globales.

La fuerza laboral más valiosa —y más vulnerable— del planeta

India ya es el país más poblado del mundo y, lo que es más importante, su población es joven: la edad media ronda los 28 años, frente a los 39 de China.
Esto le otorga una ventana demográfica única: millones de personas en edad de trabajar que podrían impulsar la economía durante las próximas décadas.

Pero el simple tamaño no basta.
Una gran población solo es una ventaja si está empleada, capacitada y productiva.

India ha sabido capitalizar parcialmente su talento humano a través de la exportación de servicios, especialmente en sectores como la tecnología, el soporte técnico, la programación y los centros de atención remota.
El auge de la digitalización y el teletrabajo global ha convertido a India en la oficina invisible del mundo: desde Bangalore hasta Hyderabad, millones de trabajadores atienden tareas digitales para empresas occidentales a una fracción del coste.

Sin embargo, esta fortaleza también es frágil.
Los avances en inteligencia artificial y automatización amenazan con sustituir gran parte de esos empleos semicalificados —call centers, moderación de contenido o tareas repetitivas de programación—.
En otras palabras, India compite en un terreno donde su mayor activo (la mano de obra barata) puede volverse obsoleto en cuestión de años.

Fuga de cerebros y brazos: un país que exporta su talento

La prosperidad de India se ve afectada por un fenómeno dual:

  • Fuga de cerebros (brain drain) en los profesionales altamente cualificados.
  • Fuga de trabajadores (muscle drain) entre los menos especializados.

Los ingenieros, médicos y programadores indios —muchos formados en universidades de élite como el IIT— emigran a Estados Unidos o Europa, donde pueden ganar hasta 100 veces más que en su país.
Mientras tanto, los trabajadores no cualificados se desplazan a los países del Golfo Pérsico, donde trabajan en la construcción o el mantenimiento urbano.

Aunque las remesas enviadas por estos migrantes aportan divisas a la economía, su ausencia debilita la base laboral interna, especialmente en la construcción de infraestructura nacional: carreteras, puertos, escuelas o redes eléctricas.

Este déficit en infraestructuras es precisamente una de las razones fundamentales por las que India produce menos que China pese a tener una población similar.

El problema estructural: una mitad del país no trabaja

La mayor debilidad de India no está fuera de sus fronteras, sino dentro de sus hogares.
Su tasa de participación laboral (el porcentaje de la población en edad de trabajar que efectivamente trabaja o busca empleo) es una de las más bajas del mundo, especialmente entre las mujeres.

A pesar de los avances educativos, menos del 25 % de las mujeres indias participan en el mercado laboral formal.
Las razones son múltiples:

  • Falta de infraestructura doméstica (electrodomésticos, transporte público, guarderías).
  • Tradiciones culturales que relegan a la mujer al trabajo doméstico.
  • Ausencia de políticas activas de inclusión laboral femenina.

Paradójicamente, muchas mujeres altamente educadas no trabajan porque el coste de hacerlo —en tiempo, transporte o responsabilidades familiares— supera los beneficios.

Economistas han señalado que, si India lograra igualar su tasa de participación femenina a la de China, su fuerza laboral sería casi el doble, lo que podría duplicar su PIB potencial sin necesidad de nuevos recursos naturales.

Un futuro prometedor, pero incierto

A pesar de sus limitaciones, India sigue creciendo más rápido que casi todas las economías del G20, con tasas de entre 6 % y 7 % anual.
El país se ha convertido en un imán para las inversiones tecnológicas y manufactureras de empresas como Apple, Foxconn o Tesla, que buscan diversificar su cadena de suministro fuera de China.

Pero el desafío principal sigue siendo convertir su tamaño en productividad.
Sin una reforma profunda en infraestructura, educación técnica, participación femenina y eficiencia administrativa, el país corre el riesgo de envejecer antes de enriquecerse, repitiendo los errores de economías que crecieron sin distribuir su prosperidad.

India será, con toda probabilidad, una de las tres mayores economías del mundo en 2050.
La verdadera pregunta es si ese crecimiento beneficiará a 1.400 millones de personas, o solo a una élite urbana que ya vive en otra realidad económica.

Conclusión: el dilema del gigante emergente

India tiene todo lo que necesita para liderar el siglo XXI:
recursos humanos, conocimiento, estabilidad institucional y aliados internacionales.
Pero también tiene lo que podría impedirlo: burocracia, desigualdad, fuga de talento y baja productividad femenina.

El futuro del país dependerá de si consigue transformar su demografía en desarrollo y su potencial en prosperidad.
Si lo logra, no solo cambiará el equilibrio económico mundial:
reescribirá la historia del desarrollo global.