Sueño o espejismo industrial

Por qué la “reindustrialización” de EE. UU. está quedándose en retórica

Trump promete revivir la manufactura estadounidense con aranceles, pero los últimos datos revelan que la reindustrialización apenas avanza

Trump enseñando su política proteccionista
Trump enseñando su política proteccionista 24h

Introducción: el sueño de revivir la industria

Desde hace varias décadas, la industria manufacturera en Estados Unidos ha ido perdiendo peso en la economía. Mientras que en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial la manufactura representaba cerca de un cuarto del PIB, hoy ronda apenas el 10 %. En paralelo, el empleo industrial ha caído sustancialmente: de representar un porcentaje elevado en décadas pasadas, ahora solo abarca un 8 % del empleo total. (Datos similares a los mencionados en la transcripción).

Ante esta decadencia estructural, muchos políticos, incluido Donald Trump, han prometido una “reindustrialización” del país: traer fábricas de vuelta, proteger la producción nacional y reducir la dependencia de importaciones. Pero los hechos muestran que el proceso no solo se está demorando, sino que puede estar fracasando. En este artículo exploramos los obstáculos, las contradicciones y por qué los números no respaldan el relato.

Las tendencias estructurales que pesaban desde antes

Para entender el problema, es útil remontarse a décadas atrás:

  • La caída del empleo industrial no se debe necesariamente a fallas políticas recientes: el aumento de la productividad significa que con menos trabajadores se produce más, gracias a automatización, mejoras tecnológicas y eficiencia.
  • La participación de la manufactura en el PIB americano ha ido descendiendo: según el Bureau of Economic Analysis y otros análisis, el valor agregado manufacturero pasó de cerca del 12,6 % en 2005 a 11,8 % en 2022.
  • Mientras tanto, EE. UU. ha ido cediendo terreno global en industria: un estudio reciente proyecta que la participación estadounidense en el valor manufacturero global podría caer al 11 % hacia 2030, mientras China seguiría ganando terreno hasta cerca del 45 %.

Estas dinámicas estructurales sugieren que revertir el declive industrial exige más que políticas superficiales: requiere una estrategia de largo plazo que compita con los costos y la competitividad global.

Las limitaciones del enfoque de Trump: tarifas, costos y contradicciones

La propuesta de reindustrializar bajo la administración Trump gira principalmente en torno a tarifas a las importaciones, con el objetivo de encarecer bienes importados y favorecer productos nacionales. Pero ese enfoque enfrenta varias objeciones:

  1. Mayores costos de insumos importados
    Muchas fábricas no producen todo internamente: dependen de cadenas globales de suministro. Si subes aranceles sobre materiales importados, incrementas el costo de producción doméstica, lo que puede hacer menos competitiva a la industria local frente a importaciones más eficientes.
  2. Desplazamiento hacia tecnologías punta
    En lugar de reactivar industrias tradicionales, gran parte de la inversión que sí se observa está yendo hacia sectores vinculados con IA, centros de datos y tecnologías emergentes, que paradójicamente están exentos de muchas tarifas. Esto desvía recursos financieros de áreas manufactureras tradicionales. (Coincide con lo señalado en la transcripción).
  3. Déficit comercial no cede realmente
    Aunque los titulares pueden sugerir que el déficit comercial se ha reducido, ese cambio está en gran parte impulsado por fluctuaciones en productos como farmacéuticos y oro. Si se excluyen esos efectos, el déficit de manufacturas se mantiene muy alto. (Reflejo de lo apuntado en el guion original).
  4. Contradicción con restricción migratoria
    Para impulsar nuevas industrias se necesitan trabajadores especializados y mano de obra cualificada. Con políticas migratorias rígidas, resulta más difícil incorporar talento extranjero con habilidades ya desarrolladas, lo que frena la expansión industrial.
  5. Contexto tarifario incierto y costos elevados de financiamiento
    La variabilidad de las políticas arancelarias y los altos costos del crédito hacen que muchas empresas duden en comprometerse a inversiones industriales de largo plazo.

El panorama, por tanto, es que el modelo de “subir tarifas para rehacer la industria” tiene un costo interno significativo y una lógica que puede auto sabotearse si no se acompaña de políticas industriales más amplias.

La evidencia reciente: señales de estancamiento

Los datos recientes confirman que el sector manufacturero en EE. UU. sigue bajo presión:

  • En abril de 2025, la producción manufacturera cayó un 0,4 %, más de lo esperado, impulsada por debilidad en el sector automotriz.
  • El New York Times y otros medios reportan que, pese a políticas proteccionistas y subsidios en administraciones anteriores, el sector industrial ha experimentado meses extensos de contracción, con despidos y pérdidas estables.
  • Más de 14 % de las empresas manufactureras estadounidenses han cerrado en las últimas dos décadas; la cantidad de firmas activas se ha reducido significativamente.
  • Aunque las políticas de reindustrialización han despertado apoyo político (muchos estadounidenses ven valor en regresar a una economía más “productiva”), las expectativas han chocado con la realidad estructural del mercado global.

Estos indicios revelan que la “reindustrialización” prometida no está ocurriendo al ritmo necesario, y que los costos del experimento podrían superar los beneficios proyectados.

Qué se necesitaría para que reindustrialización sea viable

Para que la reindustrialización deje de ser una promesa y se convierta en algo real, se deberían alinear varias condiciones:

  • Políticas industriales integrales más allá de tarifas: subsidios dirigidos, inversión en infraestructura, apoyo a innovación y manufactura avanzada.
  • Estrategias de capacitación y migración selectiva para traer mano de obra especializada y apoyar el entrenamiento doméstico intensivo.
  • Cadenas de suministro reforzadas dentro del país para reducir la dependencia de insumos importados.
  • Coherencia política a largo plazo para que las empresas puedan proyectar inversiones de muchos años sin temor a cambios abruptos en políticas arancelarias.
  • Priorizar industrias con ventaja competitiva futura, como semiconductores, energías limpias, materiales avanzados, en lugar de intentar revivir industrias obsoletas.

Algunos análisis sugieren que el enfoque de reindustrialización debe orientarse más hacia industrias “de frontera” que hacía revivir el viejo modelo fabril tradicional.

Conclusión

El declive manufacturero de Estados Unidos no es reciente ni casual: responde a cambios tecnológicos, globalización y transformaciones estructurales que no se revierten con simples tarifas. Las promesas de reindustrialización de Trump apuntan a generar un cambio, pero hasta ahora los resultados están lejos de esa ambición: empleo industrial que sigue cayendo, actividad manufacturera que se retrae y una falta de inversión consistente fuera del segmento tecnológico.

Reindustrializar no es solo traer fábricas: es reconfigurar el modelo económico, cultivar ventajas competitivas sostenibles y asumir que los desafíos globales (competencia china, automatización, cadenas internacionales) no se resolverán con medidas aisladas. La verdadera prueba será si EE. UU. articula una estrategia industrial robusta que vaya más allá del arancel y construya futuro productivo y adaptado al siglo XXI.