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El corredor IMEC: “¿Ruta de la Seda” del siglo XXI entre India, Oriente Medio y Europa?

Presentado como alternativa estratégica al BRI chino, este proyecto aspira a conectar India con Europa atravesando Oriente Medio, aunque sus avances están frenados por conflictos, vacíos en gobernanza y falta de financiación.

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Introducción

En la cumbre del G20 de 2023, India, Estados Unidos, la Unión Europea y varias monarquías del Golfo anunciaron el India–Middle East–Europe Economic Corridor (IMEC), también denominado a veces IMC. La idea: crear una ruta comercial multimodal que conecte India con Europa pasando por Oriente Medio, como alternativa más segura a las rutas marítimas vulnerables del Mar Rojo y el canal de Suez. Pero más allá de su utilidad logística, el proyecto también se presenta como un rival estratégico al Belt and Road Initiative (BRI) de China.

Aunque la guerra en Gaza y las tensiones regionales han retrasado su avance, algunos observadores sugieren que podría resurgir con fuerza bajo el patrocinio estadounidense en su presidencia del G20 en 2026. En este artículo analizamos qué implicaciones tendría el IMEC, sus obstáculos más relevantes y las condiciones necesarias para su éxito.

¿Qué es exactamente el IMEC?

El corredor IMEC se articula sobre tres pilares fundamentales:

  1. Movimiento de transporte integrado: combinación de redes ferroviarias, marítimas y terrestres para mover mercancías desde la India hacia Europa a través del Golfo, Arabia Saudí, Jordania, Israel y países mediterráneos europeos.
  2. Infraestructura energética: interconexión de redes eléctricas, cables submarinos de energía y datos, así como una propuesta de gasoducto trans-árabe o tubería de hidrógeno que una los Emiratos Árabes Unidos con el Mediterráneo.
  3. Conectividad digital: cables de fibra óptica, sistemas de aduanas digitales, certificaciones electrónicas y plataformas digitales que faciliten el comercio transfronterizo con menos fricción.

El objetivo es ofrecer una ruta comercial más rápida, segura y menos dependiente de rutas marítimas que enfrentan riesgos (piratería, conflictos en el Mar Rojo, bloqueo de estrechos). Se estima que podría reducir los tiempos de tránsito hasta en un 40 %.

Además, IMEC busca fomentar la integración económica entre los países del corredor, impulsar cadenas de valor regionales, y servir como herramienta geopolítica para contrarrestar la influencia china a través del BRI.

Oportunidades esperadas (y proyecciones)

Si se implementa correctamente, IMEC podría generar beneficios sustanciales:

  • Ahorro en costos y tiempos de transporte: al agilizar rutas y reducir demoras, las empresas podrían ganar competitividad frente a rutas marítimas tradicionales.
  • Impulso a las exportaciones de India: según estudios, el corredor podría aumentar el valor de las exportaciones indias entre un 5 % y un 8 %.
  • Ventajas logísticas para los países intermedios: hubs en Jordania, Israel, Arabia Saudí y Emiratos podrían transformarse en centros estratégicos de transbordo, almacenamiento y procesos industriales.
  • Diversificación energética y digital: los enlaces energéticos (especialmente en hidrógeno) y la infraestructura digital pueden fortalecer la resiliencia energética y tecnológica de la región.
  • Reequilibrio geopolítico: IMEC serviría como alternativa al BRI chino, reforzando la posición de EE. UU., India y la UE en la competencia por influencia global.

Por ejemplo, el Atlantic Council calcula que unas 46 trenes diarios podrían transportar hasta 1,5 millones de TEU (contenedores equivalentes) por año en una fase inicial, con posibilidad de escalar.

Principales obstáculos y riesgos

Pero ni todo es optimismo. El IMEC enfrenta desafíos estructurales y geopolíticos muy serios:

  1. Inestabilidad política y conflictos regionales
    El conflicto en Gaza, los ataques de los hutíes en el Mar Rojo y las tensiones entre Israel y sus vecinos han erosionado la confianza entre países árabes para integrarse abiertamente en un corredor que atraviesa Israel.
  2. Falta de financiamiento
    Se estima un déficit de unos 5.000 millones de dólares para completar los nodos logísticos clave en Israel, Jordania y Arabia Saudí.
    Los modelos de asociación público-privada (PPP) enfrentan escepticismo, pues los privados exigen garantías considerables frente a riesgos de conflicto o expropiación.
  3. Falta de gobernanza clara
    Hasta ahora, IMEC apenas existe como memorándum de intenciones. No hay una autoridad coordinadora robusta ni compromisos vinculantes de financiación de los países miembros.
  4. Competencia geopolítica y rutas alternativas
    Egipto y Turquía se muestran cautelosos o abiertos a alternativas. Turquía ha promovido su propio corredor (Iraq–Europe Development Road) que busca conectar Asia con Europa vía Turquía.
    Además, Egipto ve al canal de Suez como una fuente importante de ingresos y podría resistir que IMEC desplace parte del tráfico marítimo.
  5. Desafíos técnicos y de interoperabilidad
    Integrar sistemas de aduanas, regulaciones, infraestructura ferroviaria con estándares diferentes, y coordinar zonas económicas especiales es una tarea titánica.

¿Puede revivir el proyecto con un impulso estadounidense?

Algunos analistas prevén que la presidencia del G20 de EE. UU. (en 2026) podría ser una oportunidad para reactivar IMEC, movilizar financiamiento y establecer una estructura coordinadora internacional.

El proyecto podría servir tanto a intereses estratégicos como económicos de los aliados occidentales: una ruta comercial independiente del Mar Rojo, un contrapeso al BRI, y una palanca para la estabilidad en Oriente Medio.

Sin embargo, si EE. UU. no asume compromisos sustantivos de inversión o seguro político, el corredor podría quedar en una promesa inacabada. Ya hay voces críticas que tachan al IMEC de “ilusión imperial” por depender excesivamente del apoyo estadounidense.

Conclusión

El IMEC tiene el potencial de reconfigurar el comercio entre Asia, Oriente Medio y Europa, ofreciendo rutas más seguras, estimulando inversión regional y promoviendo nuevos flujos económicos. Pero esa promesa depende de un entorno político estable, mecanismos de gobernanza robustos y compromisos financieros reales.

Por ahora, el proyecto existe más en discursos diplomáticos que en ladrillos y raíles. Su éxito futuro requerirá que los países involucrados conviertan intenciones en acciones concretas, incluso bajo el riesgo de conflictos y rivalidades globales.