Pedro Sánchez no es un presidente más. Eso lo ha dejado claro en los casi seis años que lleva gobernando.
Desde los ya famosos ‘cambios de opinión’, que lo ha llevado a pactar con Podemos o con EH Bildu cuando aseveró que uno “le quitaba el sueño” y al otro, lo negó “tres, cuatro o cuantas veces quiera” y aprobar leyes que contradicen el programa de gobierno con los que ganó las elecciones, o pasan de ser constitucionales según la aritmética parlamentaria, como es el caso de la amnistía.
En el medio, escándalos que pondría de rodillas a cualquier gobierno, como el espionaje que sufrió su Ejecutivo con Pegasus, el cambio de postura en el Sahara, trenes defectuosos, ayudas que no llegan a afectados de desgracias como el volcán de La Palma, Tito Berni, y hasta la sentencia de los ERE, que salpicó al PSOE.
A todo esto, y a muchas cosas más que nos llevaría mucho tiempo y ‘tinta digital’ para nombrar, a sobrevivido Sánchez. Ese “aventurero de la política, pistolero, asesino”, ha superado indemne todos estos escándalos. Todos hasta el último, el más grave de todos: el llamado caso Koldo, que ha salpicado, de nuevo, a su Ejecutivo, a su partido, pero que adicionalmente, también a su esposa Begoña Gómez.
Luego de más de dos meses de silencio, una primera reacción distinta al insulto o al ataque al rival político, llámese Ayuso -o su pareja, lo mismo que ahora critica-, Feijóo -a quien el propio Sánchez también insultó a su esposa en el Congreso-, o ese comodín llamado ‘ultraderecha’.
Ahora, una carta en tono victimista para anunciar que aparca sus responsabilidades y obligaciones como presidente ante una presunta “campaña de ataque y derribo” en su contra. Un texto que ha cogido a todos a contrapié tanto por el fondo como por las formas.
Y es que, como ha sido su costumbre, de una forma inaudita ha dado a conocer que se tomará un período de reflexión, luego de conocerse que su esposa ha sido objeto de una denuncia por presunto tráfico de influencias y corrupción en los negocios, para determinar si continuará o no en sus funciones.
La carta ha copado todos los medios porque es un caso único. Además, por las interrogantes que genera. ¿Es una nueva cortina de humo?, ¿luego de todo lo que ha pasado, el sobreviviente ha llegado al límite?, ¿es Begoña Gómez su verdadera línea roja?¿quién puede tomarse cinco días sin trabajar para pensar si quiere seguir en el puesto o no?.
Sin importar cuál sea la respuesta a estas interrogantes, estamos ante un acto de hipocresía que redunda en el barro en el que los políticos, encabezados por el propio Sánchez, han llevado a la política nacional. Hemos visto al propio presidente acusando y pidiendo dimisiones usando como principal argumento a las parejas y familiares de los rivales políticos.
Lo preocupante es que estamos llegando a un nivel muy fuerte en los que se dice y hace, en la político del ‘ellos’ y ‘nosotros’. Mientras esta ‘política del espectáculo’ se hace cada vez más presente, siguen sin resolverse los problemas de los españoles: vivienda, empleo de calidad y sanidad. Pero todavía, ni siquiera forman parte de los discursos y debates.
Lo cierto, es que este es un nuevo acto de irresponsabilidad de Sánchez, que vuela por los aires la gobernabilidad y abre otra crisis más. Sin embargo, la posibilidad de que renuncie se antoja lejana. Casi cero. Sin embargo, el presidente que llegó de una forma inédita al poder, podría irse de la misma forma.