Mientras el Gobierno de Pedro Sánchez insiste en que la economía española «va bien» y los indicadores macroeconómicos desafían la mediocridad europea, la gran mayoría de la población activa no percibe este auge como una mejora real en su poder adquisitivo. La desconexión entre la «prosperidad oficial» y la precariedad en la calle es palpable, llevando a los ciudadanos a preguntarse por qué, si España es un cohete económico, el equilibrio entre las buenas cifras y la cesta de la compra parece imposible.
Expertos señalan que el crecimiento es un «indicador un tanto tramposo» y, aunque el Producto Interior Bruto (PIB) se expande, la riqueza generada no se reparte de manera equitativa. De hecho, la mayor parte de la clase trabajadora vive igual o peor que hace cuatro años, una situación que se explica por la caída de los salarios reales y un modelo de crecimiento basado en la cantidad de trabajadores, no en la productividad.
La macroeconomía de «cohete»: cifras de campeón global
La bandera de la buena marcha económica es la carta principal de la defensa de la gestión gubernamental. Los datos objetivos respaldan, en gran medida, este discurso.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha elevado recientemente las proyecciones de crecimiento de España, anticipando un aumento del PIB del 2,9% en 2025 y del 2% en 2026. Este rendimiento superior posiciona a España como la economía avanzada con mejor rendimiento a nivel global en 2025, y su crecimiento para 2026 casi duplicará el esperado para la zona euro (1,1%).
Además del crecimiento del volumen económico, se siguen creando muchos puestos de trabajo. Desde 2021, España ha sumado alrededor de 2 millones de afiliados a la Seguridad Social. Este intenso crecimiento del empleo ha llevado al FMI a revisar a la baja las previsiones de desempleo, situándolo en el 10,8% para 2025. El turismo extranjero también sigue contribuyendo de forma notable al crecimiento.
Sin embargo, a pesar de estas cifras halagüeñas, el economista José Carlos Díez advierte sobre las «distorsiones» y la existencia de puntos débiles, como la caída de las importaciones de bienes y la producción industrial, destacando la fabricación de coches, el principal sector exportador. Esta crisis industrial en Europa es una preocupación grave que repite constantemente Mario Draghi, quien subraya la necesidad urgente de mejorar la competitividad, mientras que en España se dice que se trabajará menos y se ganará más.
La precariedad en el bolsillo: la realidad de la inflación y los impuestos
El contraste con la vida diaria del ciudadano es demoledor. Si bien es cierto que la economía crece, es probable que la mayoría de los españoles no haya notado una mejoría real en su nivel de vida.
El golpe de la inflación y el estancamiento salarial
La principal razón de este desajuste es la pérdida de poder adquisitivo frente a una inflación disparada. Desde 2021, la inflación acumulada es ya de más del 21%. El Instituto Nacional de Estadística (INE) situó la inflación interanual en septiembre de 2025 en el 3%. Más allá de los números, el experto Jesús Rivasés señala que una inflación persistente no es estabilidad de precios, recordando que desde septiembre de 2020, los precios en España han subido un 22,5%.
Frente a esta subida de precios, los salarios reales han caído desde 2021. Los últimos datos de la OCDE revelan que los salarios reales (descontando la inflación) en España han caído de media un 1,4% desde 2021. Si se mira más atrás, el incremento del salario medio real desde 1994 ha sido de tan solo el 2,7%, una cifra considerada «una auténtica miseria» si se compara con países como Irlanda o Portugal.
José Carlos Díez resume la situación apuntando que los alimentos, desde 2020, han subido aproximadamente un 30% y ni las pensiones ni los salarios han aumentado en ese porcentaje.
El peso de la cesta de la compra y la vivienda
En septiembre de 2025, la ‘cesta de la compra’ del INE experimentó aumentos en todos los grupos, destacando el incremento del 7,1% en vivienda. Más allá de la alimentación, se han registrado subidas como el 30,3% en la recogida de basura y el 16,8% en electricidad.
En cuanto a los alimentos, solo el aceite de oliva (-43%) y las patatas (-4,5%) han bajado de precio en el último año. El resto ha seguido una senda ascendente, con subidas como el 18,2% en otros aceites comestibles, el 17,9% en huevos y el 16,5% en carne de vacuno.
Además, la vivienda es señalada como un gran factor de desigualdad y dificultad para llegar a fin de mes. El precio de la vivienda y los alquileres han subido mucho más rápido que los salarios, creando una brecha generacional que impide a millones de personas entre los 20 y los 40 acceder a una vivienda digna.
Récord de recaudación fiscal
La clase trabajadora no solo lidia con la inflación, sino también con una carga fiscal descomunal. Aunque los sueldos nominales hayan subido (el 7,4% de media en el sector privado y el 5,8% en el público), lo que realmente ha aumentado es la recaudación del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) en un 43%.
Esta situación se debe al efecto de la inflación en los salarios nominales que, aunque no garantizan mayor poder adquisitivo, sí llevan a los trabajadores a pagar un tipo efectivo de IRPF más alto. De media, el tipo efectivo que pagan los ciudadanos a Hacienda subió hasta el 15,5%. En total, Hacienda recauda un 41% más tras las 94 subidas de impuestos de los sucesivos gobiernos de Pedro Sánchez, lo que no se ha traducido en un aumento del bienestar en el mismo porcentaje.
El problema de fondo: crecimiento extensivo y desigualdad
La clave para entender esta paradoja radica en la naturaleza del crecimiento español. El crecimiento de la economía ha sido casi al completo extensivo, es decir, se ha producido porque se han incrementado los factores de producción (especialmente el factor trabajo), y no porque haya aumentado la eficiencia y la productividad.
El crecimiento no se debe a que «los españoles vivan cada vez mejor, sino porque son cada vez más (en número)«.
Esta tendencia se refleja en la comparativa entre el PIB total y el PIB per cápita: mientras que el PIB real casi se ha duplicado entre 1990 y 2024 (+91%), el PIB per cápita solo ha avanzado alrededor de la mitad (+52%). Esto implica que la renta de los hogares no ha crecido al mismo ritmo que la economía agregada. El FMI prevé que el PIB siga creciendo más de un 2%, pero el PIB per cápita apenas aumentará un 0,8%.
Como consecuencia, España se está volviendo cada vez más desigual. El profesor Albert Banal-Estanol lo ilustra aludiendo a la distribución del «pastel»: la tarta crece, pero si la parte de un individuo es igual o más pequeña, y la de otros no para de crecer, la gente no nota la mejoría.
Las cifras de desigualdad son alarmantes: Eurostat reflejó que en 2024, España fue el cuarto país de la Unión Europea con mayor población en riesgo de pobreza o exclusión social (25,8% de la población).
¿Quién se beneficia del crecimiento?
A pesar de que el grueso de la población activa siente que le va igual o peor, existen grupos específicos que sí están prosperando o, al menos, no han empeorado su situación económica.
1. El «escudo social» de los pensionistas: los jubilados y mayores de 65 años son descritos como los «privilegiados» o el «gran escudo social de las pensiones». Sus ingresos son estables y crecen al ritmo de la inflación o más allá. Las pensiones han aumentado un 7% y, entre 2008 y 2024, los ingresos reales de los mayores de 65 años se han incrementado un 18%, frente a la caída del 3% en los ingresos de los trabajadores más jóvenes (18 a 29 años).
Además, este grupo se beneficia de la crisis de la vivienda, ya que más del 80% de los mayores de 65 años tiene vivienda en propiedad, y el 60% posee al menos un segundo inmueble. La subida de alquileres y precios inmobiliarios ha disparado la riqueza neta de este grupo. Las nuevas pensiones de jubilación ya superan el sueldo medio de los menores de 35 años (1.760 euros frente a 1.670 euros).
2. Los nuevos trabajadores (especialmente inmigrantes): la intensa creación de empleo de los últimos años ha beneficiado especialmente a quienes partían de una situación muy desfavorable, como los que no tenían empleo o los que llegan de un país extranjero.
De los 2 millones de nuevos afiliados desde 2021, más del 40% son trabajadores que han llegado de fuera, procedentes de países con niveles de renta muy inferiores a los de España (Venezuela, Argentina, Colombia, etc.). Para este grupo, la mejora en la calidad de vida es «más que notable», aunque ocupen puestos de trabajo precarios desde la óptica española. La llegada e incorporación de extranjeros al mercado laboral ha supuesto gran parte del crecimiento del PIB de España.
3. Los propietarios de activos y las generaciones senior: los propietarios de inmuebles para alquiler se están beneficiando directamente, ya que el aumento de los alquileres ha sido muy superior al de los salarios.
En cuanto a la brecha generacional, los ‘baby boomers’ han disfrutado de un crecimiento de ingresos significativamente mayor que las generaciones más jóvenes en las últimas tres décadas. En España, las personas de 55 a 64 años han experimentado un aumento de ingresos más rápido que los jóvenes de 25 a 34 años. Por el contrario, los millennials (nacidos después de 1980) han experimentado un crecimiento limitado de sus ingresos a lo largo de su vida adulta.
La urgencia de la productividad
El desfase entre las cifras macroeconómicas de relumbrón y la imposibilidad de millones de españoles de mejorar su calidad de vida sigue alimentando el malestar económico.
José Carlos Díez recuerda que «la mitad de los españoles no llega a fin de mes o llega con dificultad». Aunque la macroeconomía se mantiene fuerte gracias a un modelo intensivo en mano de obra, sobre todo en turismo y restauración, la calidad del trabajo no mejora y el salario medio, descontada la inflación, no ha mejorado en 25 años.
Los expertos señalan que son necesarias políticas que alivien la actual carga impositiva sobre las rentas del trabajo y fomenten la productividad. Mientras tanto, la mejora o el crecimiento de la economía de España en los últimos cuatro años solo se está filtrando de forma parcial a los 9 millones de pensionistas y a los dos millones de personas que han encontrado trabajo, mientras que el resto de la población ha visto reducido su poder adquisitivo. La situación actual lleva al cuestionamiento de si España va realmente bien, o si el país solo está creciendo en cantidad, sin garantizar un bienestar generalizado.
