EL FINAL DEL CAMBIO DE HORA: CIENCIA, SALUD Y CURIOSIDADES

¿Qué ocurriría si España se decidiera por el horario de invierno o el de verano de manera permanente?

En España se analiza la posibilidad de poner fin al cambio estacional de hora. Mantener el horario de invierno o el de verano para siempre podría tener repercusiones en el sueño, el consumo energético e incluso en el estado de ánimo general.

Horario de verano y cambio de hora
Horario de verano y cambio de hora. PD

Visualiza un país donde ya no sea necesario ajustar el reloj dos veces al año.

Un lugar donde las discusiones sobre si dormir una hora más o menos desaparecen por completo de las sobremesas y las redes sociales.

Este escenario parece cada vez más cercano en España, donde el Gobierno ha planteado la opción de eliminar definitivamente el cambio de hora.

Pero, ¿cuáles serían las consecuencias reales de esta decisión?

¿Es preferible optar por el horario invernal, por el veraniego o tal vez encontrar una alternativa intermedia? La respuesta es compleja y abarca aspectos científicos, económicos, de salud pública y un toque de política internacional.

Esta no es una idea nueva.

En 2018, la Comisión Europea llevó a cabo una consulta ciudadana que reunió a 4,6 millones de participantes, obteniendo un 84% a favor de deshacerse del cambio estacional. Aunque el Parlamento Europeo respaldó la propuesta, la falta de consenso entre los distintos países impidió su implementación.

Ahora, España quiere retomar este debate y argumenta que los beneficios energéticos son escasos y que los efectos sobre la salud son significativos. Mientras tanto, los relojes siguen su danza entre avanzar y retroceder, pero la pregunta persiste: ¿qué sucedería si mañana optáramos por uno u otro horario para siempre?

El reloj biológico versus el social

El organismo humano no tiene en cuenta los husos horarios impuestos por la política. Nuestro núcleo supraquiasmático, una pequeña zona del cerebro que actúa como nuestro marcapasos circadiano, se sincroniza con la luz natural. Cuando hay una discrepancia considerable entre nuestro reloj social (el que marca la oficina, la escuela o la televisión) y el solar, surgen problemas: sueño interrumpido, cansancio matutino, irritabilidad y disminución en nuestra capacidad para concentrarnos. En España esta desincronización ya es notable: debido a su ubicación geográfica, la península debería estar en el huso UTC+0 (como Londres), sin embargo desde 1940 utiliza UTC+1 en invierno y UTC+2 en verano. Esto significa que durante el invierno estamos una hora adelantados respecto al sol y en verano, dos.

Optar por mantener el horario invernal permitiría una mayor sincronización con la luz natural durante las mañanas. Según muchos expertos en sueño, esto sería más beneficioso para nuestro ritmo biológico. Sin embargo, si se decidiera mantener el horario estival todo el año, en invierno amanecería muy tarde —en ciudades como Madrid o Barcelona no veríamos salir al sol hasta pasadas las 9— lo que podría agravar problemas relacionados con el sueño y aumentar la fatiga matutina.

Energía: ¿realmente ahorramos?

Uno de los argumentos más comunes a favor del cambio horario es el ahorro energético. La idea original —que se remonta a Benjamin Franklin y cobró fuerza durante las guerras mundiales— era aprovechar al máximo la luz solar para reducir así el consumo eléctrico. Actualmente, según datos del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), cada hogar ahorra alrededor de 6 euros anuales gracias a este cambio. A nivel nacional esto equivale a unos 300 millones de euros cada año y a una reducción del consumo eléctrico cercana al 5%. No es una cifra despreciable pero tampoco resulta excepcional.

El inconveniente radica en que este ahorro depende significativamente de los hábitos individuales y las condiciones climáticas. Con la creciente presencia de dispositivos electrónicos, sistemas de climatización inteligente y paneles solares, el impacto real del cambio horario sobre nuestras facturas eléctricas se ha ido diluyendo con los años. Además, algunos estudios apuntan a que los costes sociales y sanitarios derivados del trastorno del sueño podrían superar las ventajas económicas.

Salud pública: más allá del sueño

Las repercusiones del cambio horario sobre nuestra salud van más allá de simplemente tener una mala noche. Investigaciones recientes han vinculado estos ajustes horarios con un aumento temporal en infartos, accidentes laborales y tráfico e incluso alteraciones emocionales. El cuerpo humano necesita varios días —en ocasiones semanas— para adaptarse al nuevo horario; esto afecta especialmente a aquellas personas con cronotipos extremos (los llamados “alondras” y “búhos”). Mantener un horario estable podría eliminar estos picos estacionales de malestar.

Sin embargo, decidir entre invierno o verano no es algo sencillo. Si España optara por adoptar permanentemente el horario veraniego, en invierno amanecería muy tarde mientras que anochecería pronto; esto afectaría negativamente a quienes madrugan para trabajar o estudiar. Por otro lado, si se optara por quedarnos con el horario invernal eso haría que durante el verano amaneciera demasiado temprano —en algunas regiones antes de las 6— lo que reduciría considerablemente las horas diurnas.

Opinión pública y preferencias

Las encuestas reflejan un país dividido ante esta cuestión. Según datos del CIS, un 70% preferiría mantener permanentemente el horario veraniego si solo pudiera haber uno fijo; sin embargo un 65% apoya tener un único horario sin cambios estacionales. Las preferencias varían según estilos de vida: quienes valoran las largas tardes estivales tienden a inclinarse hacia ese horario durante todo el año; mientras que aquellos que priorizan mañanas luminosas durante invierno suelen optar por lo contrario.

Curiosidades científicas e históricas

  • Benjamin Franklin fue pionero al sugerir ajustes horarios para ahorrar velas… aunque su propuesta era más bien satírica que un plan serio.
  • El primer ajuste oficial tuvo lugar en 1916 durante la Primera Guerra Mundial como medida para conservar carbón.
  • En España se aplicó por primera vez en 1918; desde entonces ha habido periodos sin cambios (como durante la Guerra Civil) así como otros con ajustes experimentales.
  • El huso horario “natural” para España sería UTC+0 (el mismo que Reino Unido), pero desde 1940 estamos “adelantados” debido a decisiones políticas.
  • Algunos países próximos al ecuador no realizan cambios horarios porque la duración del día varía poco a lo largo del año.
  • Estudios recientes sugieren que abolir los cambios estacionales podría disminuir infartos e incluso accidentes cerebrovasculares.
  • En Estados Unidos hay estados que buscan mantenerse permanentemente con uno u otro horario; Arizona y Hawái ya no cambian sus relojes desde hace décadas.
  • En Europa solo Islandia y Bielorrusia mantienen un horario fijo todo el año.
  • La discusión sobre si “dormimos una hora más o menos” es tan antigua como mismo cambio horaria… aunque siempre hay alguien que olvida ajustar su reloj analógico.
  • Curiosamente animales domésticos como perros o gatos también perciben los cambios estacionales… aunque ellos no comprenden por qué sus dueños llegan antes o después a casa.

El debate sobre establecer un horario definitivo sigue abierto. Mientras tanto continuaremos adelantando y atrasando relojes… hasta que alguien tome una decisión sobre esa hora extra —¿o era menos?— que tanto nos gusta discutir cada octubre y marzo.

Autor

24h Economía

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