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En medio de los frondosos bosques de Carolina del Norte, donde la naturaleza se entrelaza con la ciencia en un escenario casi cinematográfico, ha surgido una noticia que ha capturado el interés tanto de los entusiastas de la astronomía como de los aficionados a las propiedades inmobiliarias: una base secreta de la NASA, que ha sido testigo de hitos significativos en la exploración espacial, se encuentra ahora en venta por nada menos que 25,7 millones de euros.
¿Quién no ha soñado alguna vez con tener su propio centro de operaciones para explorar el cosmos?
Este complejo, erigido en 1963 durante la agitada Carrera Espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, representa mucho más que un diseño arquitectónico llamativo.
La instalación nació como un centro para observar satélites, desempeñando un papel crucial en la obtención de las primeras imágenes de nuestro planeta desde el espacio y, posteriormente, funcionando como centro de comunicaciones para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en el marco de la Guerra Fría.
Si estos muros pudieran hablar, contarían historias llenas de científicos y militares, secretos y descubrimientos bajo el abrigo de robles centenarios.
Un paraíso científico de 2.000 km²
El actual Instituto de Investigación Astronómica Pisgah (PARI) va más allá de ser una simple base.
Se extiende a través de 77 hectáreas donde se distribuyen más de 30 edificios, rodeados por más de 2.000 km² de bosque protegido, un verdadero refugio donde convergen conocimiento y biodiversidad. Sus instalaciones son dignas de admiración para cualquier centro académico:
- Dos radiotelescopios enormes listos para captar los ecos del cosmos.
- 25 telescopios ópticos que han explorado desde planetas distantes hasta asteroides errantes.
- Laboratorios equipados con tecnología avanzada y centros computacionales que han analizado datos sobre el clima espacial, radiación e incluso señales intrigantes.
- Un planetario donde numerosas generaciones han soñado con cruzar los límites del sistema solar.
- Una cocina equipada con comedor, porque hasta los astrofísicos necesitan un buen café para desentrañar los enigmas del universo.
De secreto militar a epicentro educativo
A pesar de que la NASA dejó este enclave hace años, su legado sigue vivo. El PARI se ha transformado en un centro educativo y de investigación, administrado por una organización sin ánimo de lucro que ofrece programas en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM). Su misión es formar a la próxima generación de exploradores espaciales y científicos, manteniendo viva la chispa del conocimiento.
La propiedad, originalmente valorada en 250 millones de dólares (alrededor de 2.700 millones ajustados por inflación), no está al alcance del común comprador. Se requiere una autorización especial debido a su relevancia estratégica y científica. Como apunta uno de los agentes inmobiliarios encargados: “Probablemente no volvamos a ver algo así jamás”: no es solo una base; es realmente un fragmento crucial de nuestra historia espacial.
Curiosidades y anécdotas científicas del enclave
Es fascinante recordar algunas historias curiosas que han brotado entre los pasillos y telescopios del lugar:
- Primeras imágenes del planeta: Desde este centro se lograron capturar algunas fotografías pioneras de nuestro planeta desde el espacio, ofreciendo una perspectiva que transformó nuestra comprensión sobre nuestro lugar en el universo.
- Espionaje científico: Durante la Guerra Fría, la NSA utilizó esta base para interceptar comunicaciones y vigilar satélites soviéticos. Se dice que sus laboratorios analizaron señales que alimentaron durante años rumores sobre contactos con inteligencia extraterrestre. Aunque nada confirmado, sí hubo muchas noches sin dormir.
- Un bosque lleno de ciencia: Los 2.000 km² de bosque protegido no solo albergan ciervos y aves migratorias; también han sido escenario para investigaciones sobre biodiversidad e impacto ambiental e incluso experimentos sobre comunicación animal utilizando ondas radiofónicas. ¿Quién sabe si algún ciervo ha recibido alguna vez una llamada interplanetaria?
- Planetario para todos: Este planetario ha sido testigo de miles relatos: desde propuestas románticas bajo su bóveda celeste hasta sesiones educativas donde niños han descubierto que Júpiter tiene más lunas que días tiene la semana.
- Tecnología innovadora: En sus laboratorios se probaron sistemas pioneros para transmisión datos que hoy constituyen las bases del internet satelital y observación remota. Un WiFi cósmico antes incluso del auge del término.
¿Y si me lo compro?
La pregunta queda suspendida en el aire. ¿Qué haría uno con una base así? Las posibilidades son tan vastas como el universo mismo: desde crear un resort temático para entusiastas del espacio hasta establecer una universidad dedicada a formar exploradores del siglo XXI. Eso sí, sería recomendable consultar primero con la familia; tener un radiotelescopio en el jardín podría acarrear visitas inesperadas…y no solo por parte del mundo científico.
Anécdotas, leyendas y otras rarezas
- Se cuenta que una vez un grupo de astrónomos detectó una señal que durante unos minutos fue creída como proveniente de una civilización alienígena. Al final resultó ser simplemente el microondas del laboratorio encendido accidentalmente en el momento preciso. Cosas que suceden cuando el universo y el café coinciden.
- En los años ochenta, este bosque protegido fue escenario para una expedición destinada a buscar vida inteligente…y terminó descubriendo una colonia organizada sorprendentemente bien estructurada de murciélagos nocturnos. El misterio permanece sin resolver.
- Se dice que en su comedor se sirvió durante la era dorada de la Carrera Espacial la primera “pizza orbital”: receta ideada especialmente para alimentar a quienes trabajaban largas noches observando satélites.
- Algunos visitantes han afirmado haber escuchado “ecos misteriosos” provenientes de los radiotelescopios durante tormentas eléctricas. Los científicos aseguran que son solo interferencias; sin embargo, las leyendas locales prefieren imaginar mensajes provenientes del más allá.
Adquirir esta base significa no solo invertir en ladrillo y tecnología; es abrirse a escribir nuevos capítulos en la historia misma dela exploración espacial. Y quién sabe si tal vez en esa próxima página haya lugar para quien quiera seguir escuchando los susurros del universo bajo las copas verdes d Carolina del Norte.

