Hace tres décadas, la noción de que pudieran existir planetas similares a la Tierra orbitando alrededor de otras estrellas sonaba a pura ciencia ficción.
Sin embargo, la astronomía moderna decidió lanzarse al desafío del cosmos para averiguar si nuestro hogar era una rareza o parte de una vasta colección cósmica.
Así comenzó una travesía científica que ha revolucionado nuestra comprensión del universo y nuestro lugar en él.
El primer gran avance se produjo en 1995, cuando Michel Mayor y Didier Queloz anunciaron el hallazgo de 51 Pegasi b, el primer exoplaneta descubierto alrededor de una estrella similar al Sol.
Aunque no era rocoso ni apto para la vida —se trataba de un gigante gaseoso—, el mensaje era claro: los planetas más allá de nuestro Sistema Solar existían y ya teníamos las herramientas necesarias para detectarlos.
¿Cómo se cazan planetas en la inmensidad del espacio?
La búsqueda de exoplanetas ha requerido ingenio y paciencia dignos de los mejores detectives del cosmos. Los astrónomos han perfeccionado dos métodos principales:
- Velocidad radial: Este método detecta el vaivén de una estrella provocado por la atracción gravitacional de un planeta. Cuanto mayor es el planeta, más evidente se vuelve ese movimiento.
- Tránsitos: Se observa la ligera reducción en la luz de una estrella cuando un planeta pasa frente a ella, como un diminuto eclipse que revela su presencia.
Gracias a estas técnicas, se han descubierto desde gigantes gaseosos abrasados por sus soles hasta mundos rocosos que desafían nuestras expectativas sobre cómo se forman los planetas.
El telescopio Kepler y el catálogo de posibles Tierras
El lanzamiento del telescopio espacial Kepler en 2009 marcó un antes y un después. Este cazador de planetas ha identificado miles de candidatos, con más de mil confirmados como exoplanetas. Kepler ha permitido localizar una docena de mundos potencialmente similares a la Tierra; sin embargo, muchos son más grandes y su composición sigue siendo incierta.
Uno de los descubrimientos más destacados es Kepler-452b, conocido como el «primo de la Tierra». Este exoplaneta orbita una estrella solar algo más antigua que nuestro Sol y se sitúa a unos 1.400 años luz. Su tamaño es un 60 % mayor al terrestre y su año dura 385 días. Aunque hay indicios que sugieren que podría ser rocoso y contener agua, confirmar esta información sigue siendo un reto.
| Planeta | Tamaño respecto a la Tierra | Distancia a la Tierra | Duración del año | Tipo de estrella | Habitabilidad estimada |
|---|---|---|---|---|---|
| Tierra | 1x | 0 | 365 días | G2V (Sol) | Confirmada |
| Kepler-452b | 1.63x | 1.400 años luz | 385 días | G2 | Alta probabilidad |
| Kepler-438b | 1.12x | 473 años luz | 35 días | K | Potencial |
| Gliese 667 Cc | ≥3.80x | 23 años luz | 28 días | M1.5V | Potencial |
¿Qué hemos aprendido sobre la formación y migración planetaria?
La búsqueda de una gemela terrestre ha llevado a los científicos a reconsiderar cómo se forman los planetas y cómo evolucionan sus sistemas solares. Hoy sabemos que los planetas pueden nacer lejos de sus estrellas y desplazarse hacia ellas en complejos movimientos orbitales. De hecho, nuestro propio Sistema Solar podría haber atravesado intensos episodios migratorios esenciales para el surgimiento de la vida.
Además, existen planetas circumbinarios (que orbitan dos soles) y otros en torno a estrellas muy diferentes al Sol, lo cual nos revela que la variedad en los sistemas planetarios es mucho mayor de lo que imaginábamos hace tres décadas. La rotación estelar y otros fenómenos han permitido que algunos sistemas sean más estables, favoreciendo así la formación de planetas con agua y atmósferas adecuadas.
El debate sobre la habitabilidad y la vida
El descubrimiento de exoplanetas situados en zonas habitables —donde podría haber agua líquida— ha abierto nuevas vías para investigar este fenómeno. No obstante, ser habitable no solo depende de su distancia respecto a su estrella; también influyen factores como la composición atmosférica, actividad volcánica e historia evolutiva del planeta. Por ejemplo, Kepler-452b podría tener una atmósfera más densa que la nuestra, lo cual podría provocar un efecto invernadero fuerte con temperaturas superiores a las inicialmente estimadas.
Las proyecciones actuales apuntan a que si Kepler-452b tuviera una atmósfera similar a la terrestre, su temperatura media superficial rondaría los 29 °C, significativamente más cálida que en nuestro planeta. Además, su mayor gravedad podría afectar al desarrollo de formas vegetales y animales en maneras que apenas comenzamos a explorar.
Instrumentos y misiones: el arsenal de la exploración
El progreso tecnológico ha sido vital. Junto al telescopio Kepler, el espectrógrafo HARPS y su contraparte HARPS-N han permitido descubrir cientos de exoplanetas utilizando técnicas avanzadas basadas en velocidad radial con alta precisión. El satélite COROT fue pionero en localizar exoplanetas telúricos al confirmar hasta 32 exomundos; esto demuestra que la colaboración internacional es clave en esta emocionante carrera.
De cara al futuro, las expectativas son aún más alentadoras: telescopios como el James Webb Space Telescope junto con diversas misiones planificadas por ESA y NASA prometen caracterizar atmósferas e investigar signos vitales en esos mundos lejanos.
Curiosidades científicas que han surgido en la búsqueda
- La nave más rápida jamás lanzada, New Horizons, tardaría alrededor de 32 millones de años en llegar a Kepler-452b si continuara en línea recta sin escalas.
- Si tuviéramos una nave capaz de acelerar constantemente a 1 g hasta casi alcanzar velocidad lumínica, podríamos arribar en solo 12 años… aunque sobre nuestro planeta habrían transcurrido unos 1.500 años debido a los efectos relativistas.
- El sistema para nombrar exoplanetas es tan singular que puede suceder que el planeta «b» esté más cerca del sol que «c» o «d», ya que reciben sus nombres según el orden en el cual fueron descubiertos, no por su posición orbital.
- Planetas como Tatooine, aquel mítico mundo cinematográfico de Star Wars, existen realmente: hasta ahora se han confirmado alrededor de quince planetas circumbinarios y podrían ser muchos más.
- Los planetas tienen capacidad para migrar desde sus órbitas originales; es como si danzaran alrededor del sol cambiando drásticamente el clima y las condiciones necesarias para albergar vida.
La búsqueda incansable por encontrar una Tierra gemela nos ha mostrado cuán extraño y fascinante puede ser el universo. Aunque aún no hemos dado con ese planeta ideal, seguimos adelante con entusiasmo ante nuevas posibilidades por descubrir; quién sabe qué sorpresas podrían obligarnos a replantear lo que entendemos por «similar a la Tierra».
