Este viernes, el Comité Noruego del Nobel dará a conocer quién es el afortunado que recibe el Premio Nobel de la Paz 2025, uno de los galardones más observados del año.
Donald Trump, presidente de Estados Unidos, figura entre los nombres más mencionados en las quinielas y en el debate público, aunque los analistas coinciden en que sus posibilidades son bastante limitadas.
La expectación es palpable: 338 nominaciones (244 personas y 94 organizaciones) luchan por el premio, un récord desde 2016.
Aunque la lista se mantiene en secreto y no será revelada hasta dentro de 50 años, filtraciones y declaraciones han colocado a Trump como uno de los favoritos, junto a personalidades como Elon Musk, el Papa Francisco o la opositora venezolana María Corina Machado.
Los méritos (y deméritos) de Trump para el Nobel
Donald Trump ha dejado claro su interés por conseguir el Nobel de la Paz. Desde su retorno a la Casa Blanca tras las elecciones de 2024, ha sostenido que merece este reconocimiento por haber “terminado con siete guerras”, una afirmación que ha repetido en foros internacionales como la Asamblea General de la ONU y durante encuentros con altos mandos militares estadounidenses.
Según él, esos conflictos abarcan las tensiones entre Armenia y Azerbaiyán, Kosovo y Serbia, Tailandia y Camboya, así como entre India y Pakistán, entre otros. Sin embargo, especialistas en relaciones internacionales cuestionan la veracidad de estos logros: muchos de esos conflictos siguen activos o presentan tensiones latentes, además no hay consenso sobre el papel real que desempeñó Trump en su resolución.
El propio testamento de Alfred Nobel establece que el premio debe otorgarse a quien “más o mejor haya contribuido a fomentar la hermandad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos permanentes, y el establecimiento y promoción de congresos de paz”. Aquí es donde surge un choque con la figura de Trump: su retirada de acuerdos globales como el Acuerdo de París sobre cambio climático o su salida de la Organización Mundial de la Salud, así como su política comercial agresiva hacia aliados tradicionales, son vistos como barreras para su candidatura. “No encaja precisamente con lo que entendemos por un presidente pacífico”, señala Nina Graeger, directora del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO). Además, su forma negociadora, más empresarial que diplomática, junto con un historial militar marcado por bombardeos en países como Siria, Irán o Yemen, no se alinean con el espíritu habitual del galardón.
A pesar de ello, Trump cuenta con apoyos significativos. Países como Israel, Pakistán y Camboya han presentado formalmente sus nominaciones a su favor; sin embargo, algunas llegaron fuera del plazo establecido para esta edición y únicamente serán válidas para 2026. Incluso el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha manifestado que propondrá a Trump si logra un alto al fuego entre Ucrania y Rusia. No obstante, una nominación no garantiza apoyo del Comité ni asegura victoria: es solo un primer paso dentro de un proceso opaco y muy politizado.
Curiosidades y datos curiosos alrededor del Nobel
- El premio comprende una medalla, un diploma y aproximadamente 6,3 millones de reales brasileños (alrededor de 1,2 millones de dólares), aunque su prestigio internacional eclipsa ampliamente su valor monetario.
- La lista completa de nominados permanece en secreto durante medio siglo. Ni siquiera los propios candidatos tienen conocimiento sobre si han sido nominados hasta que se hace público medio siglo después.
- Trump no puede nominarse a sí mismo. Las candidaturas deben ser presentadas por parlamentarios, gobiernos, académicos o antiguos laureados.
- Circulan rumores en redes sociales afirmando que Trump ha sido “descalificado” por el Comité. Esto es falso: no existe ninguna lista pública ni mecanismo para retirar nombres.
- Si llegara a ganar, sería el quinto presidente estadounidense en lograrlo; antes lo hicieron Theodore Roosevelt (1906), Woodrow Wilson (1919), Jimmy Carter (2002) y Barack Obama (2009).
- Trump criticó vehementemente que Obama recibiera este galardón meses después de asumir la presidencia: “Si yo me llamara Obama, me lo habrían otorgado en diez segundos”.
- El nombre del Departamento de Defensa estadounidense fue brevemente cambiado a “Departamento de Guerra” por orden del propio Trump, quien considera que eso infunde más respeto.
- En sus primeros cinco meses tras retomar la presidencia, Trump ordenó más bombardeos en el extranjero —más de 500— que Joe Biden durante cuatro años.
Listas y rankings: quién compite con Trump
Aunque la lista oficial es confidencial, filtraciones y declaraciones públicas permiten vislumbrar quiénes son los competidores:
| Candidato/organización | Motivo principal | Probabilidades según expertos |
|---|---|---|
| Donald Trump | Mediación en conflictos internacionales | Bajas |
| Elon Musk | Avances tecnológicos para la paz | Muy bajas |
| Papa Francisco | Diplomacia vaticana y defensa migrantes | Medias |
| María Corina Machado | Oposición al régimen venezolano | Bajas |
| Yulia Navalnaya | Defensa derechos humanos tras muerte Navalny | Altas |
| ONU / António Guterres | Labor multilateral | Medias |
| Tribunal Penal Internacional | Justicia global | Medias |
Las casas de apuestas no dan muchas opciones a Trump. Los expertos parecen inclinarse hacia perfiles menos polémicos que estén más alineados con los valores tradicionales del premio: fraternidad internacional, cooperación multilateral y trabajo discreto por la paz. Candidaturas relacionadas con conflictos olvidados (como Sudán) o figuras simbólicas como Yulia Navalnaya —viuda del disidente ruso Alexei Navalny— también resuenan con fuerza. Organizaciones internacionales como la ONU o tribunales globales podrían estar igualmente en carrera por este reconocimiento.
El factor cultural: Nobel más allá de lo político
El Nobel de la Paz va más allá del ámbito político; se ha convertido en un fenómeno cultural global. Cada año suscita debates sobre qué significa realmente “paz” en un mundo tan fragmentado. La fascinación pública por las apuestas recuerda eventos como los Oscar o el Balón de Oro: todos opinan pero solo unos pocos deciden. Este galardón también refleja tendencias sociales; recientemente ha premiado a periodistas (Dmitry Muratov), activistas medioambientales (Al Gore) e incluso líderes indígenas (Rigoberta Menchú).
La cultura popular tampoco ignora al Nobel. Desde memes hasta canciones o series que parodian aspiraciones políticas (“¿Y si House of Cards fuera real?”), este galardón alimenta imaginarios colectivos. En redes sociales circulan imágenes falsas —como una supuesta medalla entregada a Trump por Israel— que combinan humor con propaganda y desinformación. El propio Trump ha avivado este circo mediático con declaraciones grandilocuentes: “No creo que nadie en toda la historia haya resuelto tantas guerras”, comentó esta semana; aunque también reconoció que “quizá encuentren una excusa para no dármelo”.
El veredicto final: expectativas vs realidad
Mientras Oslo se prepara para revelar al ganador, está claro que Trump desea dejar huella como pacificador. Sin embargo, el Comité Noruego tiende a premiar trayectorias consolidadas así como gestos simbólicos o avances tangibles hacia reconciliaciones efectivas. El historial del presidente estadounidense —repleto tanto luces como sombras— parece no encajar completamente en ese perfil deseado. Los últimos movimientos diplomáticos —como las negociaciones entre Israel y Hamás— llegan demasiado tarde para influir significativamente en la decisión final.
La expectación está servida. Sea quien sea finalmente elegido —Trump incluido— este viernes habrá reacciones encontradas: desde celebraciones hasta críticas e inevitablemente memes virales. El Nobel de la Paz sigue siendo mucho más que un simple premio; actúa como espejo donde se reflejan tanto esperanzas como contradicciones del mundo contemporáneo. Y este año, con un protagonista tan polarizador como Donald Trump buscando ese reconocimiento definitivo, ese espejo parece más claro —y complejo— que nunca.

