El déficit comercial de España con China ha alcanzado niveles sin precedentes. En 2024, las importaciones desde el gigante asiático sumaron 45.174 millones de euros, mientras que las exportaciones españolas apenas alcanzaron los 7.465 millones, lo que equivale a una tasa de cobertura del 16,5%. Este desequilibrio se traduce en un déficit de 37.709 millones de euros, el más alto en la historia reciente y que representa casi el 94% del déficit comercial total del país.
La estructura de esta relación comercial está claramente descompensada. Mientras España compra principalmente bienes de equipo, textiles, productos químicos y tecnología, sus exportaciones a China se concentran en productos químicos, minerales y carne de cerdo. Sin embargo, las barreras regulatorias impuestas por Pekín complican el acceso al mercado chino para las empresas españolas.
Dependencia crítica y desafíos estructurales
El peso de China como segundo proveedor de bienes para España y cuarto socio comercial refleja una creciente dependencia económica. De hecho, el valor de las importaciones chinas supera incluso lo que España gasta en productos energéticos esenciales. Este patrón resalta la vulnerabilidad estructural del comercio exterior español frente al gigante asiático.
En este contexto, la economía china sigue siendo una fuerza dominante en sectores clave como tecnología y transición energética. Sin embargo, su desaceleración económica —con un crecimiento previsto del PIB del 5% para este año— plantea interrogantes sobre su capacidad para mantener estas dinámicas comerciales en el futuro.
Guerra arancelaria y tensiones internacionales
El panorama global añade más presión a esta relación desequilibrada. La guerra comercial entre Estados Unidos y China, exacerbada por los recientes aranceles impuestos por la administración Trump, ha generado un entorno incierto para el comercio internacional. Washington ha incrementado gravámenes a los productos chinos hasta un 54%, lo que podría redirigir parte del exceso de capacidad exportadora china hacia Europa, afectando aún más a la industria española.
En respuesta, la Unión Europea busca un enfoque equilibrado que combine cooperación y competencia con Pekín. Sin embargo, España parece adoptar una postura pragmática al tratar de atraer inversiones chinas en sectores estratégicos como el hidrógeno verde y la tecnología avanzada.
¿Cómo abordar el déficit?
El Gobierno español, liderado por Pedro Sánchez, está intentando diversificar mercados e impulsar acuerdos bilaterales para reducir este déficit estructural. Durante su reciente visita a China, Sánchez buscó no solo afianzar relaciones comerciales sino también atraer inversiones que fortalezcan sectores innovadores en España. Un ejemplo es el acuerdo con Envision Energy para desarrollar una planta de producción de electrolizadores en territorio español.
Por otro lado, sectores como el agroalimentario han mostrado potencial para equilibrar la balanza comercial. Productos como vino, aceite de oliva y carne de cerdo son muy valorados en el mercado chino gracias al interés creciente por bienes europeos de alta calidad. Sin embargo, estas oportunidades no compensan completamente la magnitud del déficit actual.
El camino hacia un comercio sostenible
Reducir esta dependencia pasa necesariamente por un replanteamiento estratégico a largo plazo. Las empresas españolas deben centrarse en sectores donde puedan ofrecer valor añadido competitivo frente a los productos chinos. Además, la cooperación tecnológica podría abrir nuevas oportunidades para ambas economías.
Mientras tanto, Europa enfrenta un dilema más amplio: cómo gestionar sus relaciones con China sin comprometer su autonomía estratégica ni debilitar sus alianzas tradicionales con Estados Unidos. Para España, este equilibrio será crucial para avanzar hacia un comercio exterior más sostenible y menos vulnerable a las tensiones internacionales.