La economía española no va como un cohete.
Pese al dato del Banco de España que señala un crecimiento del 2,8% para el 2024, hay aspectos fundamentales que hacen temer a los expertos que esta subida sea una coyuntura y no una muestra de estabilidad.
El consumo, uno de los pilares clave del crecimiento económico sigue estancado pese a que el empleo y la renta de las familias han superado los niveles prepandemia. De esta forma, el gasto familiar no ha experimentado una recuperación total de la crisis sanitaria y del golpe de la inflación de los últimos años.
Una de las razones principales detrás de esta brecha es la caída en la compra de bienes duraderos, como automóviles, muebles y productos tecnológicos. La falta de recuperación en este tipo de bienes explica gran parte del déficit en el consumo respecto a 2019, con el descenso en la adquisición de automóviles como factor determinante.
Otro detalle que deja en claro el fenómeno, es que la única categoría en la que las familias gastan hoy más que hace cinco años es en los productos de primera necesidad.
Este patrón refleja las dificultades que enfrentan los hogares para destinar ingresos a productos de mayor valor, frente a las presiones inflacionarias actuales.
Un aspecto llamativo, es que los hogares de renta alta han reducido significativamente su consumo real, optando en cambio por aumentar sus tasas de ahorro. Esta tendencia es contraria a lo que ocurre en las familias con menores ingresos, quienes ya han alcanzado niveles de consumo similares a los de antes de la pandemia. El comportamiento de las rentas altas ha sido determinante en el aumento general de la tasa de ahorro en España.
Un dato llamativo es que el único grupo que ha incrementado su consumo es el de los jubilados. Al contar con ingresos garantizados durante la crisis inflacionaria, los hogares encabezados por personas mayores de 65 años han sido los más resilientes, a diferencia de las familias en edad laboral, que siguen experimentando una merma en su poder adquisitivo.