Philip Morris International (PMI), la mayor empresa tabaquera del mundo, consideraba a España como un mercado clave para la expansión de sus operaciones, contemplando una inversión que podría oscilar entre los 500 y los 1.200 millones de euros para la producción de alternativas al cigarrillo tradicional. Sin embargo, el plan antitabaco del Gobierno español plantea un desafío significativo, al proponer equiparar fiscalmente estos productos a los cigarrillos convencionales, lo que podría tumbar esta inversión.
En este sentido, Tommaso Di Giovani, vicepresidente internacional de Comunicación de PMI, ha expresado la importancia estratégica de España para la compañía y la posibilidad real de establecer una nueva planta en el país. No obstante, la dirección contraria que toma la política gubernamental respecto al apoyo a productos alternativos como los que ofrece la tabacalera, podría poner en peligro esta inversión. A diferencia de otros países como Suecia, que ha fomentado el uso de alternativas menos nocivas para reducir el tabaquismo, España parece adoptar un enfoque más restrictivo.
Desde 2008, Philip Morris ha invertido más de 12.500 millones de dólares en el desarrollo de dispositivos libres de humo, como Iqos, un sistema que calienta el tabaco en lugar de quemarlo, eliminando la combustión y, por ende, reduciendo las sustancias perjudiciales. Este enfoque forma parte de su objetivo estratégico de reemplazar completamente los cigarrillos tradicionales por productos menos dañinos.
La situación en España es particularmente desafiante para la compañía, dado que el marco regulatorio actual y las propuestas fiscales podrían dificultar la justificación de una inversión tan significativa en un nuevo establecimiento. A nivel global, los productos sin humo ya representan el 36,4% de los ingresos netos de PMI, y la empresa tiene como meta que para 2030, dos tercios de su facturación provengan de estas alternativas.
El conflicto entre la visión de la compañía y la política gubernamental española ilustra el complejo equilibrio entre la regulación de productos potencialmente menos perjudiciales y los esfuerzos por controlar el consumo de tabaco. Mientras tanto, Philip Morris sigue expandiendo su presencia en Europa con fábricas en Italia, Grecia, Rumanía, Polonia, los Países Bajos, y recientemente en Suecia y Dinamarca, donde el clima regulatorio ha sido más favorable para sus intereses.