La propuesta de Carlos Cuerpo, ministro de Economía, de flexibilizar el impuesto al sector bancario para hacerlo perpetuo ha generado un debate entre los banqueros. Si bien las entidades se oponen al tributo en cualquier versión, advierten al Gobierno del riesgo de ligarlo a la concesión de crédito a pymes, una de las posibilidades planteadas por el ministro.
Los banqueros consideran que vincular el impuesto al crédito a las pymes podría ser más riesgoso que utilizarlo para reforzar la solvencia, como se ha hecho en Italia. Argumentan que la demanda de este tipo de préstamos depende de factores externos al sector, como el precio oficial del dinero y la incertidumbre geopolítica, lo que podría limitar la eficacia del impuesto, según expone el digital VozPópuli.
A pesar de esto, las estadísticas muestran un crecimiento en la financiación a pymes en España, con un aumento interanual del 8% hasta febrero de este año. Sin embargo, los bancos temen que un impuesto permanente pueda afectar su capacidad para otorgar préstamos, ya que por cada crédito concedido deben dotar capital.
En este sentido, el Banco de España y el Banco Central Europea (BCE) defienden la idea de utilizar el tributo para reforzar la solvencia del sector, al estilo italiano. Este enfoque modularía el impuesto y evitaría un efecto negativo en la capacidad de préstamo de los bancos.
Por otro lado, el momento de hacer permanente el impuesto genera interrogantes entre los bancos, especialmente dado el contexto de disminución de los tipos de interés. José Ignacio Goirigolzarri, presidente de CaixaBank, expresó su preocupación por la decisión en un foro financiero, respaldando las preocupaciones de sus competidores.
«Esto fue un impuesto que se creó hace un par de años, que se dijo que iba a ser durante un periodo acotado de tiempo porque había unos beneficios extraordinarios caídos del cielo como consecuencia de la subida de tipos de interés. Y es curioso que justo cuando están bajando los tipos de interés, se haga permanente», ha señalado.
Sin embargo, persisten dudas sobre si el BCE podrá cumplir con su plan previsto de reducir los tipos de interés debido a la escalada de tensiones geopolíticas y un posible freno en el proceso de desinflación, lo que añade incertidumbre al panorama económico.