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Desde finales del siglo XX, sabemos que el Guadiana no es un río que aparece y desaparece, pero lo cierto es que la tradición popular mantiene la expresión “ser como el Guadiana” en referencia a algo que ocurre a intervalos irregulares, o que aparece y desaparece sin avisar.
En el discurso socialista, existen varios “guadianas”. Algunos son muy recientes y tienen un inconfundible aroma a Pedro Sánchez: Unas veces la amnistía a los delincuentes catalanes es inconstitucional, otras veces no; unas veces es imposible conciliar el sueño con la extrema izquierda en el gobierno, otras veces no; unas veces “Con Bildu, no” y otras, como sabemos, “Con Bildu, ¿por qué no?”.
Sin embargo, tampoco hay que pretender que los guadianas socialistas tienen todos ellos marchamo sanchista, pues existen guadianas socialistas de larga (y casposa) tradición.
Sin duda, uno de ellos es el Guadiana socialista de la presunción de inocencia: ¿Que salta a la prensa la imputación de un socialista? Aparece el guadiana socialista de la presunción de inocencia; ¿Que salta a la prensa la imputación de alguien relacionado con otro partido? Firmes condenas, exigencia de responsabilidades políticas al más alto nivel (da igual que se sospeche de un ministro que del concejal de festejos de Bollullos Par del Condado: El que presida el PP en ese momento, debe dar explicaciones y dimitir), horas y horas de actuación de las redes mediáticas afines, con titulares, especiales y cuanta parafernalia se considere menester… y el guadiana socialista de la presunción de inocencia desaparece por completo…
Igual recuerdan el magnífico ejemplo del ex ministro José Blanco (hoy, como siempre, “conseguidor”) que después de tanto chillar “¡Imputado, dimisión!” (cuando se imputaba a alguien del PP) descubrió de pronto el significado de “presunción de inocencia” (cuando lo imputaron a él) hasta el punto de llegar a declarar que “Ahora si entiendo la presunción de inocencia”, en lo que, sin duda, fue una conversión sólo superada por la de Saulo de Tarso.
Ahora estamos viendo este guadiana aparecer y desaparecer a una velocidad vertiginosa: Lo mismo un opinador publica un “tuit” condenando al hermano de la presidenta de Madrid (a pesar del archivo judicial de aquellos asuntos) que defendiendo que se respete la actuación judicial (y los derechos de las personas) en el “asunto Koldo” (y llamémosle así por economía del lenguaje, que si nos ponemos a mencionar a todo aquel que se ha visto salpicado por este asunto en apenas un par de días, me quedo sin espacio).
Como de costumbre, el discurso socialista plantea una falsa (e inexistente) superioridad moral de sus posturas y planteamientos, cuando lo cierto es que, precisamente, su discurso es totalmente amoral: Un discurso moral tiene que centrarse en el “Qué” y no en el “Quién”.
Si algo es bueno o malo, aceptable o rechazable, justo o injusto… no puede depender de quién sea el actor, sino de qué hace.
Pero, lamentablemente, el discurso socialista es así: Siempre le dan importancia al Quién y raramente (¿jamás?) al qué.
Y esto si denota una mala calidad democrática (pero no de España, sino del socialismo).