En el complejo escenario económico que ha marcado la pospandemia, España enfrenta un desafío particular: la inversión empresarial ha encadenado dos trimestres consecutivos de caídas y, al cierre del año 2023, se encuentra un 5% por debajo de los niveles anteriores a la crisis sanitaria. Este estancamiento contrasta con la tendencia en otras grandes economías de la Unión Europea, donde la inversión ya ha superado ampliamente los niveles de 2019.
Una particularidad resalta en este contexto: España es la excepción, y esta situación no encuentra su reflejo en países como Italia y Francia, que exhiben un crecimiento del 23% y 5% en inversión, respectivamente. Incluso Alemania, afectada por la crisis energética y las repercusiones de la guerra en Ucrania, se sitúa más cerca de sus niveles prepandémicos.
Lo llamativo radica en que, a pesar de la considerable inyección de fondos europeos desde 2021, destinados a revitalizar la economía española, la inversión empresarial no ha logrado remontar. Más de 37.000 millones de euros han sido recibidos de un total cercano a los 80.000 millones previstos a fondo perdido. Sin embargo, estos fondos mayoritariamente han ido a parar al sector público, y uno de cada cinco euros destinados a inversiones ha quedado sin asignar.
Mª Jesús Fernández, economista senior de Funcas, destaca que estas cifras generan inquietud, especialmente al observar que España va en dirección opuesta a la Eurozona, donde la inversión está por encima de los niveles de 2019 y sigue creciendo. La experta plantea la posibilidad de que la pérdida de confianza, la inseguridad jurídica y el aumento de cotizaciones sociales sean factores detrás de este fenómeno. Empresas y analistas llevan meses advirtiendo sobre la necesidad de estabilidad jurídica y señalando el incremento sostenido de los costes como barreras para la inversión.
El crecimiento económico en España, que recuperó los niveles prepandemia en el tercer trimestre de 2022, se apoya principalmente en el consumo público y las exportaciones, con incrementos del 12,7% y 8%, respectivamente. Sin embargo, el consumo privado, aunque se ha mantenido fuerte, se encuentra en niveles similares a los de 2019.
En este escenario, la pregunta clave es si el estancamiento en la inversión empresarial es transitorio o refleja una tendencia a más largo plazo. El Gobierno había proyectado un crecimiento del 3% en la formación bruta de capital fijo para 2024, pero los datos reales cerraron en un 0,6%. Las expectativas para 2024 divergen, con el Gobierno proyectando un crecimiento del 4%, mientras que el consenso de los analistas espera la mitad, un 2,4%.
El secretario de Estado de Economía, Israel Arroyo, justifica el mal desempeño de la inversión argumentando que la periodificación de las inversiones por parte del INE puede estar influyendo en la percepción. Sin embargo, la incertidumbre persiste, y la desaceleración económica se evidencia en la destrucción de empleo y en la tendencia a la baja en indicadores como la inversión en I+D, que sitúa a España a la mitad de la inversión per cápita de la media de la UE. En definitiva, la recuperación económica española depende de superar los obstáculos que limitan la inversión privada y consolidar una senda de crecimiento sostenible a largo plazo.