Recientes quiebras como las de Three Arrwos Capital, Voyager Digital, Celsius y la más sonada FTX de Bankman Fried han llevado al Premio Nobel de Economía Paul Krugman a pronosticar que se aproxima el “Game over” para las criptomonedas.
Esto es posiblemente una postura exagerada y debida a tales acontecimientos negativos pero lo cierto es que las criptomonedas son una promesa que nunca termina de confirmarse.
Al principio el Bitcoin se consideraba una especie de bandera de libertad frente a las monedas fiduciarias emitidas por los bancos centrales, a las que aspiraba a sustituir en muchos ámbitos. Con el paso del tiempo, se ha comprobado que esto no ha sucedido y que el experimento de convertir el Bitcoin en moneda de curso legal en El Salvador, no ha dado buen resultado.
Tampoco han servido como contrapeso del aumento de liquidez emitida por los bancos centrales, al contrario, ha bastado con unas pocas subidas de tipos para que los precios de las criptomonedas se hayan desplomado. En esa situación y por ausencia de regulación, se han dado conductas bastante discutibles o claramente fraudulentas en algunas plataformas.
En estas circunstancias, ha quedado en evidencia que, en realidad, desde el punto de vista financiero, las criptomonedas son más que nada un instrumento de especulación, no sujeto a regulación alguna, de forma que la exposición al riesgo de los inversores es total y su desprotección jurídica es absoluta, como han podido comprobar los afectados por la quiebra de FTX.
Más que hablar de monedas, quizá en el futuro se hablará de criptoactivos, como instrumentos más afines a los productos derivados que a las monedas de curso legal. Las opiniones que en este sentido expresaba el Nobel de Economía Paul Krugman, se basan también en que si perviven como productos financieros, pueden seguir estando poco regulados y por su opacidad, atraer inversores de riesgo, pero si se someten a la estricta normativa que rige el funcionamiento de las monedas y las instituciones bancarias, perderían su único atractivo.
Para el gran público y después de más de una década de funcionamiento, las criptomonedas son sólo un titular incomprensible que aparece de vez en cuando en las noticias con ocasión de algún escándalo ligado a nombres en otro idioma. Su futuro, por tanto, parece ahora depender de su capacidad de adaptarse y pervivir en el mercado como productos sofisticados de alta volatilidad para inversores profesionales e institucionales.